Hagamos tres tiendas. Crónica de un voluntario.
J. Roberto Rivas, voluntario de Logística
Pedro tomó la Palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Marcos 9, 5
Si hay algo que caracteriza toda peregrinación como Dios manda es el acercamiento que uno experimenta al ministerio público de Jesús, caminando las mismas distancias que Él caminaba, pasando su misma hambre y sed y durmiendo en el suelo bajo las mismas estrellas. Estamos marchando con Él, por Él, pero sobre todo, como Él. Uno sólo puede verlo como una oportunidad privilegiada para profundizar en Su Palabra, al prescindir por un momento de la comodidad y la abundancia de la sociedad moderna.
A menudo he comprobado cómo muchos pasajes del Evangelio cobran una nueva dimensión tras completar una peregrinación. Después de tres días montando carpas y cargando y descargando material, resuenan más que nunca en mí las palabras de Pedro al ser testigo de la transfiguración de Jesucristo: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas». Una proposición más que comprensible, ya que cuando uno está viviendo la manifestación de la presencia de Dios, sólo busca la forma en la que poder permanecer en ella el máximo tiempo posible.
Me hubiera quedado una larga temporada en esos prados, montando las carpas que fueran necesarias. Al igual que Pedro en aquel monte, pude sentir la presencia del Señor a lo largo de esos días, comenzando, como es lógico, por las misas de campaña y adoraciones al Santísimo, pero también en el encuentro con los demás voluntarios, que me acogieron como uno más de la familia, me enseñaron todo lo que hay que saber sobre campamentos y trabajaron codo con codo conmigo contagiándome su alegría y su ilusión por dar gloria a Dios con nuestro esfuerzo.
A pesar de vivir la peregrinación entre bastidores, resultó ser una de las experiencias más gratificantes que he tenido, y estuvo repleta de frutos espirituales. No pretendo engañar a nadie al afirmar que el ambiente que encontré fue algo formidable: me cuesta recordar la última vez que formé parte de un grupo tan alegre y con personas tan especiales, si es que lo hice alguna vez. Citando al célebre Roy Batty, «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais»: he visto a cocineras obrar con su esfuerzo milagros casi tan extraordinarios como el de la multiplicación de los panes y los peces, a voluntarias cargando palés de 20kg sin despeinarse, furgonetas que volaban por las carreteras asturianas al ritmo de rap cristiano y sacerdotes que se animaban, con suma moderación, a mantener viva con nosotros la noble tradición de refrescar la garganta bebiendo de la bota.
Por el camino quedan las verdes e interminables praderas asturianas, la euforia, las bromas, las risas, las familias superando juntas momentos de gran dificultad, parejas incipientes que empiezan a conocerse y, sobre todo, mucho, muchísimo esfuerzo, que siempre se hace pequeño al lado de la gratificación espiritual que reporta, y que a mí me ayuda a comprender mejor el verdadero significado de beber del agua tras la cual nunca más vuelves a tener sed.
Gratias tibi, Deus. Laudemus et superexaltemus eum in saecula.
PUBLICADO EN EL BOLETÍN «LAUDATE» Nº23 – AGOSTO 2023