Los peregrinos ocultos

Javier López Ureña, Coordinador General de NSC-E

 “et residens vocavit duodecim et ait illis si quis vult primus esse erit omnium novissimus et omnium minister” (Mc, 9:35).

“Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.” 

 El espíritu que anima a quienes colaboran en la organización de la peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad es el de servir para que todos los peregrinos puedan vivir los tres días de meditación, oración y sacrificio ante el Señor de la forma más intensa posible, y que se enciendan en ellos la Fe y la Caridad en torno a la Santa Misa de la misma forma que la experimentaron a lo largo de los siglos los santos, los mártires, las vírgenes y los confesores que nos precedieron y nos contemplan victoriosos desde el Cielo.

He tenido la suerte de poder formar parte desde el principio de esta iniciativa, que por su génesis y sus frutos lleva el sello de una inspiración superior.

A primera vista puede parecer que en una iniciativa cuyo fin fundamental es el de inflamar la Fe en los corazones y el de restaurar el espíritu de la Cristiandad en nuestra patria adheridos a la Forma Extraordinaria del Rito Romano de la Misa, los aspectos materiales carecen de interés. Y ciertamente, lo esencial es la obra que tiene lugar en el santuario espiritual interior del peregrino, aunque los esfuerzos materiales tienen un sentido espiritual muy definido.

Hay un sinnúmero de detalles que obligan a hacer una labor de previsión desde muchos meses antes del comienzo del evento, y sobre todo ahora en esta etapa de crecimiento: búsqueda ardua de lugares de pernocta, permisos administrativos, didáctica de los Jefes de Capítulo, previsión y alección de los diferentes grupos de voluntarios y diseños de esquemas de actuación, inspección previa de la ruta, o mantenimiento de la seguridad por los voluntarios de orden. Además, se requiere una labor de sondeo de proveedores diversos, realización de compras continuas, cálculos cambiantes y apresurados de cantidades de alimentos y materiales de todo tipo, organización de la cocina, estimaciones presupuestarias, coordinación de vehículos, previsión de almacenaje de material, duro trabajo diario de montaje y desmontaje en los campamentos, etc.

Somos conscientes de la necesaria mejora en todos los aspectos de la organización de la peregrinación, y para ello es imprescindible el compromiso y el sacrificio de quienes deciden ofrecerse generosamente para atender a las necesidades materiales de quienes participan en ella.

Y es bajo este aspecto que deseo transmitir el modo en que se vive la peregrinación sin peregrinar. Un peregrino en marcha hacia Covadonga es un caballero de Cristo que se pertrecha durante la marcha con la armadura de Dios, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu (Eph. 6, 13-17), con el fin de restaurar el Reinado de Cristo sobre los corazones, los pueblos, las leyes, las instituciones, y en fin, todo el género humano (Enc. Annum sacrum, 1899).

Quienes colaboramos en las tareas de organización y logística nos esforzamos para que no falte de nada a quienes se aventuran en ese camino, y nuestra recompensa y alegría interior es contemplar los frutos de nuestro servicio en los rostros, los cantos, las sonrisas, las explosiones de júbilo y las vocaciones surgidas.

Junto con el sacerdote que sube al altar en la Misa recitando el Salmo 42,  oramos para que sean suplidas todas nuestras limitaciones en el servicio y tengamos el honor de contribuir al buen fin de la peregrinación: “Emítte lucem tuam et veritátem tuam:ipsa me deduxérunt et adduxérunt in montem sanctum tuum, et in tabernácula tua” (“Envía tu luz y tu verdad: ellas me guiarán y conducirán a tu monte santo y a tus tabernáculos”).

Y del mismo modo que en la mezcla del agua y el vino en el rito de la Santa Misa (“Deus , qui humánæ substántiæ dignitátem mirabíliter condidísti, et mirabílius reformásti: da nobis per hujus áquæ et vini mystérium, ejus divinitátis esse consórtes … Jesus Christus, Fílius tuus, Dóminus noster…”) (“Oh Dios , que maravillosamente creaste la dignidad de la humana substancia y más maravillosamente la reformaste: haznos, por el misterio de esta agua y vino, participar de la divinidad de … Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro..”), quedan absorbidos por Cristo nuestros pequeños afanes,  sacrificios e imperfecciones al servicio de los demás. Y ello produce los frutos que por nuestros solos méritos nunca podrían producirse.

La Providencia se ha hecho presente en varias ocasiones fuertemente en las labores de organización, aunque su aparición no ha trascendido a los peregrinos. Han sido varios los episodios, tanto en esta edición como en la pasada, en que las humanas previsiones materiales han fallado debido a diversas circunstancias, solucionándose de una forma completamente inesperada contra todo pronóstico los problemas que de ello se habían derivado, en lo cual todos pudimos ver la mano de la Providencia.

Podría decirse que el cuidado y los desvelos sufridos para que los peregrinos puedan vivir con plenitud esos tres días se asemejan a los de un padre con sus hijos.

Sería una gran alegría que muchas más personas se sumasen al grupo de quienes desde las distintas áreas de la organización se esfuerzan para que llegue a ser una realidad un tiempo como aquel en que “la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados” (Immortale Dei, 1885).

Sumando los esfuerzos de muchos podemos consolidar un lugar de encuentro con la denostada Tradición completamente necesario para los millones de católicos españoles, y de otras naciones, necesitados de la savia vivificante que contiene. Un punto de encuentro que sea el germen que prenda en los corazones de muchos, como se nos exhorta desde las páginas postreras del Nuevo Testamento: “No os impongo ninguna otra carga. Sólo que mantengáis firmemente hasta mi vuelta lo que ya tenéis. Al vencedor, al que se mantenga fiel, le daré el poder sobre las naciones” (Ap, 2, 25) (“tamen id quod habetis, tenete, donec veniam. Et, qui vicerit et qui custodierit usque in finem opera mea, dabo illi potestatem super gentes”). 

La resuelta determinación de quienes nos ayuden en esta tarea con la Fe que el Señor nos pide puede lograr grandes cosas a pesar de la modestia de nuestros medios (“Ille autem dicit illis: “Propter modicam fidem vestram. Amen quippe dico vobis: Si habueritis fidem sicut granum sinapis, dicetis monti huic: “Transi hinc illuc!”, et transibit, et nihil impossibile erit vobis”) “Os aseguro que si tuviérais la Fe del tamaño de un grano de mostaza, diríais a esta montaña: «Trasládate de aquí a allá», y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para vosotros“ (Mt, 17, 20).

Os esperamos con los brazos abiertos para la próxima edición.

PUBLICADO EN EL BOLETÍN «COVADONGA» Nº13 – OCTUBRE 2022