¿Sol Invicto o Jesucristo? Sobre quién nació el 25 de diciembre

Víctor Asensi Ortega, Universidad de Valencia

Mosaico en el “Mausoleo M”, Necrópolis vaticana, Roma. Finales del siglo III o principios del siglo IV. Aunque durante años se ha interpretado como Cristo con atributos de Sol Invicto, quizá sea Cristo con atributos solares o incluso sol en tanto que astro sin intentar representar a Cristo. Extraída de Wikipedia Commons.

Los Evangelios no nos indican el día en que nació Jesús. Esto no significa que ese día no fuera importante para los primeros cristianos o para los propios evangelistas. Probablemente, no encontramos este dato en los Evangelios porque no forma parte de su objetivo. Los Evangelios, como san Juan apunta, no lo pueden contener todo. Es más lógico que el nacimiento del Salvador, siendo un día de fiesta, se conserve y transmita en la tradición litúrgica y no en la escrita.

Si miramos las pruebas escritas, el Cronógrafo del 354 se considera el documento más antiguo que hace referencia al 25 de diciembre como la fecha consolidada del nacimiento de Cristo. Se trata de un documento elaborado para un noble romano, probablemente en el 336, donde se hace relación de una gran cantidad de fechas y eventos. En la VIII calenda de enero (25 de diciembre) está anotado: «Nace Cristo en Belén de Judea». Las dos teorías más extendidas para explicar cómo se llegó a esta fecha son la «hipótesis del cálculo» y la «historia de las religiones»[1].

Por un lado, la hipótesis del cálculo se basa en sumarle nueve meses a la fecha tradicional de la Anunciación, el 25 de marzo. Según esta teoría, los cristianos celebraban la Natividad del Señor el 25 de diciembre desde el principio, si bien la fiesta litúrgica cobra importancia más tarde, lo que explica que no hubiera muchas pruebas anteriores al siglo IV.

Por otro lado, la teoría de la historia de las religiones propone que la fecha de la Navidad no se fijó hasta ese siglo IV. Según esta teoría, el emperador romano Aureliano fijó en el 274 la fiesta del nacimiento del dios Sol, Sol Invicto, el 25 de diciembre. En el calendario juliano, ese día corresponde al solsticio de invierno: el primer día de aumento de las horas solares. Teóricamente, cuando el cristianismo se volvió la religión del Imperio, los cristianos se apropiaron de esa fiesta y cambiaron el nacimiento de un dios pagano por el de Cristo[2].

Seguro que el lector se imagina qué teoría goza de más popularidad actualmente, especialmente en la cultura popular… Y, aun así, no hay mayor certeza en la Antigüedad que la existencia de Jesús de Nazaret. Desde el punto de vista estrictamente historiográfico, el Nuevo Testamento es, con mucho, el texto con más copias y más cercano a los eventos que describe. Por no hablar de la influencia de Jesús de Nazaret. Apenas un siglo después de su muerte, ya había comunidades cristianas desde Hispania, en el oeste, hasta India, en el este.

Pero nada de esto obsta para encontrarnos un sinfín de documentales, libros, debates… que ponen en duda la historicidad de Jesús. En realidad, es una tesis insostenible. Si de verdad hubiera fundamentos para dudar de la historicidad de Jesús, entonces, sería imposible aceptar la historicidad de más de la mitad de lo que creemos saber de la Antigüedad. Pero, a pesar de ello, se discute porque no es una controversia intelectualmente honesta, sino claramente ideológica.

Contrariamente a la idea general que se tiene, esta clase de investigaciones históricas no fueron la primera ofensiva contra un cristianismo hegemónico, sino un regodeo de sus más fieros detractores. Es decir, Europa no se hizo atea porque se tambalearon los fundamentos del cristianismo (tampoco los históricos), sino que una vez que era atea, se intentó perseguir irracionalmente al cristianismo, también con argumentos históricos.

El contexto en el cual surgen estas teorías, incluida la fecha de la Navidad, no es muy diferente al actual. Si hoy pones en duda la autenticidad de la fecha de la Natividad de Jesús, se recibe sin mucha resistencia. Al final, aunque uno sea cristiano, en el imaginario colectivo persiste la idea de que en la Antigüedad no eran muy rigurosos y que el conocimiento y la investigación estaban terriblemente sesgados a favor del cristianismo hasta básicamente el siglo XIX. Por supuesto, tampoco faltarán los que se entusiasmen con la idea de dar un pasito más en el desmantelamiento de un «sistema caduco que impide el progreso».

Concretamente, la idea de que el nacimiento de Jesús se fija sustituyendo o compitiendo con el nacimiento del dios Sol la capitanearon Usener y Heim entre 1899-1905. La aproximación de Usener es doble: por un lado, presenta el culto de Sol Invicto como un competidor del Cristianismo; y, por otro, presenta el día natal de Jesucristo como una fecha aún sin importancia que podía usarse para «tapar» o «apropiarse» del día natal de Sol Invicto. Investigaciones más recientes como la de de Steven E. Hijmans muestran cómo las aproximaciones de esos siglos al culto solar romano estaban profundamente sesgadas por la idea que se tenía entonces sobre el Imperio romano y la evolución de las religiones[3].

Hasta hace poco, se aceptaba la existencia en Roma de dos deidades diferentes que se referían al sol: una republicana temprana: Sol Indiges, y otra tardía, importada de Siria por Heliogábalo: Sol Invicto. La idea era que Aureliano aprovechó esta reintroducción de Sol Invicto para crear una religión henoteísta que compitiera con el cristianismo. Sin embargo, Hijmans demuestra que el culto solar romano nunca desapareció, y que la diferenciación entre Sol Indiges y Sol Invicto es imposible de probar. De hecho, llega a poner en duda que Aureliano instituyera ninguna fiesta extra a Sol (ya existía una el 11 de diciembre) o incluso que el día natalicio de Sol Invicto antedate a la Navidad[4].

Por otra parte, Usener se apoya en textos cristianos que parecen hablar de la Navidad en esos términos, implícita o explícitamente. Por ejemplo, san Juan Crisóstomo dedica una de sus homilías a defender esta fiesta en el 386, diciendo que había llegado desde occidente hacía diez años y que ahí lo celebraban desde antiguo[5]. También san Juan Crisóstomo dice en otra homilía que la Virgen María había tenido en su seno «en vez del sol al Sol de justicia». Y, por último, Usener encuentra una admisión explícita de haber colocado el natalicio de Cristo en el solsticio de inverno en el tratado anónimo De solstitiis et aequinoctiis conceptionis et nativitatis Domini nostri Iesu Christi et Iohannis Baptistae[6], de datación incierta (s. III-IV), que dice:

Pero también llaman al día ‘Natal del Invicto’. ¿Quién es verdaderamente tan invicto sino nuestro Señor, que venció a la muerte, derrotándola? O si dicen que es el natalicio del Sol, Él mismo es el Sol de justicia, sobre quien habló el profeta Malaquías.

De nuevo, las investigaciones de Hijmans pueden servir para interpretar estos textos. Su tesis principal y su mayor aportación al campo se centran en la separación entre el culto divino a Sol y la antropomorfización del sol. Es decir, muchas de las veces que vemos representado a Sol en la imaginería romana, no es tanto un dios como una representación humanizada del astro. En este sentido, Sol representa, en virtud de sus patrones predictivos, el orden del mundo y de la naturaleza, especialmente el orden eterno, cuando está representado junto a Luna, su contraparte astronómica[7].

Siguiendo esta línea, es fácil entender que los cristianos romanos continuaran usando representaciones de Sol aunque se hubieran convertido al cristianismo. Además, como estos autores apuntan, gran parte de la simbología que se le aplicaba a Sol se le podía aplicar a Cristo. Por eso, los autores hacen referencia al apelativo de Malaquías 4, 2 «sol de justicia», no porque estén compitiendo con un dios solar pagano, sino porque todos esos honores solares que se aplican al dios Sol Invicto, con más razón se le podrán aplicar al Sol de Justicia.

Como nuestra sociedad vive muy desarraigada de la tierra, quizá nos resulte un tanto extraño la importancia de la simbología solar o del solsticio de invierno. Pero no es una exageración decir que las estaciones posibilitan la vida en la Tierra. Durante muchos siglos, las fiestas más grandes estaban consagradas a este ciclo, especialmente, en las civilizaciones antiguas de fuerte influencia agraria. Y no solo en un sentido pasivo, el estudio de las estaciones y de los patrones implicados en ellas pone la mirada del hombre en el cielo y lo invita a desarrollar una ciencia para entenderlo. Para ellos, identificar a Cristo con el sol no era algo trivial.

De hecho, Hijmans sí opina que la Navidad se fijó en el solsticio de invierno por su simbología, aunque sin tener en cuenta que ya se celebrara (o no) el nacimiento de Sol Invicto en ese día. Al leer el tratado anterior entero, es fácil llegar a esta conclusión. El autor explica durante todo el tratado la arquitectura cósmica derivada de que Cristo fuera concebido en el equinoccio vernal y san Juan Bautista, en el otoñal, y que Cristo naciera en el solsticio de inverno y san Juan Bautista, en el de verano. Solo es al final del texto donde brevemente menciona que da igual que los paganos veneren ahí a su dios Sol, porque con más razón Cristo es también el Sol de Justicia.

La importancia de las estaciones también es el punto de apoyo esencial en la teoría del cálculo. Específicamente, la fecha de la Pascua. Este es un tema muy extenso, y ya se publicó en este mismo boletín un artículo[8], pero diremos de forma sintética: la Pascua, la primera luna tras el equinoccio vernal, era la fecha más importante del año por decreto divino desde el Deuteronomio. Los primeros cristianos, conscientes de que la Pascua de la vieja ley era imagen de la nueva Pascua verdaderamente redentora de Cristo, celebraron su resurrección el primer domingo tras este día desde el principio.

Es posible que los cumpleaños en general se vieran despreciados los primeros siglos de cristianismo. Celebrar el día de nacimiento era una costumbre pagana, Orígenes habla contra ella y dice que ni siquiera el cumpleaños de Cristo importa[9]. La fiesta central, desde el primer año del cristianismo, fue la Resurrección del Señor. Pero conforme pasan las décadas comienza a perfilarse una segunda columna litúrgica: la Navidad.

Sabemos que la espiritualidad y la liturgia cristiana más primitiva estaban fuertemente ligadas con el concepto de la Parusía, la venida del Señor. Sin duda, la interpretación más directa de la Parusía es la Pascua, pero no es la única. Parusía es el término griego, pero quizá se vea más claro con el término arameo «maranatha». Tanto en 1 Corintios 16, 22 como en la didajé, aparece transliterado en griego como una sola palabra. En arameo o en siriaco, sin embargo, son dos: marana tha, que se traduce como un imperativo en el futuro: ‘Ven, Señor’. Pero, de la misma manera, se puede interpretar como maran atha, que se traduciría por el pasado perfecto: ‘El Señor ha venido’. Ambas son, en cierto sentido, ‘paso del Señor’, Pascua. No en vano en España felicitamos también las Pascuas en estas fechas navideñas[10].

Esta dualidad de la venida del Señor se traduce en dos polos complementarios del año litúrgico: Resurrección y Navidad. Los paralelismos resultan evidentes si nos fijamos. La Resurrección es precedida por un tiempo penitente (Cuaresma), tiene su tiempo propio (Pascua) que finaliza con Pentecostés. A partir de ahí, todos los domingos (hasta el misal de 1962) se designan como «después de Pentecostés», hasta que llegamos al mismo esquema: un tiempo penitente (Adviento) y un tiempo propio que finaliza con la Epifanía. A partir de ahí, los domingos serán «después de la Epifanía» hasta llegar a Cuaresma, y vuelta a empezar.

El tiempo litúrgico, como las estaciones, sigue un mismo ciclo repetitivo que tiene dos grandes días de cambio: la Pascua y la Navidad. Ciertamente, la fiesta central siempre fue la Pascua, y de ahí se desprendió la Navidad. Del mismo modo, según la teoría del cálculo, la fecha de la Pascua era «la importante», y de ahí se desprendió la fecha de la Navidad.

Una investigación muy interesante que recoge y explica todo esto es la publicada por el Dr. Thomas C. Schmid. En ella, revisa uno de los trabajos más importantes de los primeros cronógrafos cristianos, Hipólito de Roma. La cronografía cristiana comenzó a finales del segundo siglo, probablemente conforme se iba fijando el año litúrgico y, por tanto, la Navidad comenzara a ganar importancia. Trabajos como el de Hipólito pretendían datar los eventos de la vida del Señor, que eran útiles para fijar el año litúrgico con la máxima precisión[11].

Schmid comienza probando cómo la palabra ‘γένεσις (génesis) se traduce muchas veces por nacimiento cuando probablemente Hipólito se refiriera a concepción. Siguiendo este razonamiento, analiza los textos de Canon (datado en el 222) y Chronicon (235), tras lo que resulta evidente que Hipólito pensaba que Cristo fue generado (concebido) en el aniversario de la creación del mundo. Hipólito, como también demuestra Schmid, pensaba que el mundo fue creado un 25 de marzo, en el equinoccio vernal. Es decir, Cristo es concebido en el equinoccio vernal, que es la referencia de la fecha de la Pascua, y nace en el solsticio de invierno, nueve meses después, fijando así la Navidad.

En síntesis: la Pascua y los eventos relacionados con Cristo en referencia a la Pascua (Pasión y la Anunciación el 25 de marzo) estaban datados desde el principio del cristianismo. Cuando la Navidad se estableció como segundo polo del año litúrgico (probablemente de forma muy temprana en Roma, pero más tardía en el resto de la cristiandad), simplemente pasó a establecerse el nacimiento de Cristo nueve meses después de su concepción, con gran conocimiento de que coincidía con el solsticio de invierno, pues cómo no iba Cristo, sol de justicia, a nacer ese día con más motivo que cualquier dios pagano.

No sería imprudente decir que los textos de Hipólito demuestran la teoría del cálculo. Pero, aunque se puede entrar en la discusión escolástica y salir airoso, en el fondo no se trata de eso. Como decíamos antes, estas discusiones suelen ser ideológicas. Y no hay más ciego que el que no quiere ver. Personalmente, me resulta llamativo la fijación con que la Iglesia «se apropió de una fiesta pagana y lo ocultó» cuando existen fiestas en la Iglesia que provienen de fiestas paganas y nadie nunca lo ha intentado negar.

En definitiva, nuestras fiestas están bien colocadas. Nuestro año litúrgico está medido al milímetro y pulido por siglos de tradición. Claro que las fiestas más grandes coinciden con los eventos astronómicos más relevantes, ¡si el calendario que usamos se inventó justamente con esa idea! Basta de aceptar que todo lo religioso son supersticiones cuya verdad nos tiene que revelar los intelectuales posilustrados. Comencemos a mirar la Historia con una mirada católica, y descubramos que la miramos con la misma mirada que los que la escribieron.

[1]     Schmidt, T. C. (2015). Calculating December 25 as the Birth of Jesus in Hippolytus’ Canon and Chronicon. In Vigiliae Christianae (Vol. 69, Issue 5, pp. 542–563). Brill. https://doi.org/10.1163/15700720-12341243

[2]     Hijmans, S. (2003). Sol Invictus, the Winter Solstice, and the Origins of Christmas. In Mouseion: Journal of the Classical Association of Canada (Vol. 47, Issue 3, pp. 377–398). Project MUSE. https://doi.org/10.1353/mou.2003.0038

[3]     Ibid., 2

[4]     Sol –  The Sun In The Art And Religions Of Rome, Hinjmans, 2008

[5]     Homilía acerca del día natal de nuestro Salvador Jesucristo y Homilía segunda acerca de la Natividad de Jesucristo. ambas disponible en https://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/index.htm

[6]     Este documento es díficil de encontar y bastante oscuro. Solo parece estar disponible íntegramente en el trabajo de Botte (Bernard O. S. B.). Les origines de la Noël et de l’Epiphanie. Etude historique

[7]     Ibid., 4

[8]     https://nscristiandad.es/la-fecha-de-la-pascua/

[9]     Comentario de Orígenes a Mt 10:22

[10]  The origins of the liturgical year, Thomas J. Talley, 1986

[11]  Ibid., 1