«Y brilla en la altura más bella que el sol»

D. Adolfo Mariño Gutiérrez, Abad del Real Sitio de Covadonga

Aún viene a mi memoria la llegada de vuestra peregrinación el 24 de Julio de este año al monte Auseva, trono y casa de la Santina. Era un ir y venir de peregrinos que, subiendo por la “senda de Muñigo”, se adentraban en la explanada portando la imagen de nuestra Señora entre cantos marianos y saludos al buen Dios que os acompañó, como columna de fuego, día y noche, en las tres etapas que recorristeis. Un Dios que os regaló a su Madre para que ella, como puente y camino, dirija vuestros pasos y os lleve al que es Camino, Verdad y Vida.

Vuestra peregrinación tuvo su inicio en la Catedral de Oviedo, Iglesia Madre de nuestra Diócesis, en la que fuisteis acogidos por nuestro Arzobispo. Acogida siempre amable y cercana. Y, a partir de ahí, envueltos en la belleza de nuestra naturaleza, os encaminasteis hacia “la cueva de la Señora” (eso significa Covadonga).

Fui testigo de la visita de algunos de vosotros a la Santa Cueva. Observé con emoción cómo os postrabais ante la Reina de nuestra montaña. Eran momentos de confidencias entre una Madre y sus hijos, hablándose al corazón, desgranando oraciones que salen de lo más hondo del alma.

Después de este momento único e indescriptible se celebró la Eucaristía en una basílica  abarrotada y a la que no pudieron entrar todos los peregrinos.

La liturgia, solemne y bien preparada, se celebró con reverencia, unción y fidelidad a las normas. Envueltos en el misterio y en un silencio que hablaba. Con un coro de voces excepcional que invitaba a la participación de los fieles.

La presencia real y verdadera de Cristo en la Eucaristía se acogió con veneración, comulgando todos los peregrinos que, durante el camino y en el propio Santuario, se prepararon por medio del Sacramento de la Penitencia.

Y, como saludo a la Madre de Dios, el himno que desde el año 1.918 se canta cada día “a la que brilla en la altura más bella que el sol”. Fue un momento lleno de emoción y de lágrimas.

Siempre recuerdo a los que se acercan a Covadonga que hay un después de la peregrinación. En la vida ordinaria, en vuestros lugares de origen, en vuestras parroquias y comunidades de referencia tiene que notarse la caricia de la Virgen. Y tiene que notarse en vuestro amor y fidelidad a la Iglesia, como Ella, María, nos enseña en Pentecostés. Una Iglesia de puertas abiertas, que se deja guiar por el Espíritu. Una Iglesia que necesita de vuestro testimonio en un mundo donde se pretende arrinconar a Dios.

Que la Santina, la que “ye pequeñina y galana”-así lo expresamos en uno de nuestros cantos- os bendiga y acompañe vuestros pasos allí donde estéis. Y que la próxima peregrinación os traiga una vez más a este bendito lugar “donde se aspiran amores divinos y en Ella está el alma del pueblo español”.

D. Adolfo Mariño Gutiérrez, Abad del Real Sitio de Covadonga

PUBLICADO EN EL BOLETÍN «LAUDATE» Nº23 – AGOSTO 2023