Sí, Yo vengo pronto. Amén.

D. Francisco Torres Ruiz, Pbro.

Queridos lectores: con la llegada del Adviento comenzamos un nuevo año litúrgico. Es por ello que quisiera compartirles algunas ideas teológicas y espirituales para mejor vivir este nuevo Kairós que se nos abre. Como ya sabemos, la palabra “Adviento” significa “venida inminente” o “llegada”. Actualmente, el Adviento se divide en dos partes: 1) del I Domingo de Adviento hasta el 16 de diciembre: en que se celebra la venida al final del tiempo, a esto lo llamamos “Adviento escatológico”; y 2) del 17 de diciembre hasta la hora nona del 24 donde se celebra su venida en carne, y por ello, lo llamamos “Adviento natalicio”.

Estas últimas se llaman fiestas mayores de Adviento y fueron introducidas en la liturgia con el fin de intensificar la gozosa esperanza de los fieles por las celebraciones del nacimiento del Salvador. En estas ferias mayores se hallan las tradicionales antífonas del cántico evangélico de Vísperas, el Magnificat. Están compuestas por una serie de versos que comienzan con la interjección “¡oh!” en latín “O!”. De ahí el nombre de antífonas de la “O” u antífonas mayores, cuyo origen es desconocido, aunque sabemos por Boecio (480-525) que ya se cantaban en esa época. En el rito romano aparecen de manera oficial en los ss. VII-VIII. Se cree que pueden estar tomadas del llamado Rótulo de Rávena, un documento del siglo V atribuido a la influencia del Obispo San Pedro Crisólogo, quien presidió aquella sede en torno al 432-450 y que en sus oraciones se aprecia la influencia de los Concilios de Éfeso (431) y de Calcedonia (451). Cada una de ellas está compuesta de cinco elementos que se repiten: a) Invocación (oh), b) Título Cristológico (Sabiduría, Adonai,…), c) Desarrollo veterotestamentario (que brotaste, que te apareciste, que…), d) Súplica (ven), y e) Concreción teológica (y muéstranos, a librarnos,…). Veamos cada una de ellas:

  • El día 17: “Oh Sabiduría (Sapientia), que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación”.
  • El día 18: “Oh Adonai (Adonay), Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la Zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo”.
  • El día 19: “Oh Raíz del tronco de Jesé (Radix Iesse), que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos no tardes más”.
  • El día 20: “Oh llave de David (Clavis) y Cetro de la Casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte”.
  • El día 21: “Oh Sol (Oriens) que naces de lo alto, resplandor de luz eterna, Sol de justicia ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte”
  • El día 22: “Oh rey (Rex) de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces en dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra”.
  • El día 23: “Oh Enmanuel (Emmanuel), rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro”.

En conjunto, siguiendo en orden descendente del 23 al 17 la primera letra de los títulos cristológicos, hallamos la respuesta del Señor a la insistente súplica de su iglesia Marana-thá ¡Ven, señor Jesús!: “ERO CRAS”, estaré mañana, seré mañana o naceré mañana. Y, efectivamente, la noche del 24 al 25 de diciembre nacerá en un establo en Belén de Judá, Jesucristo, el hijo de Dios.

La soberbia composición gregoriana que acompaña a estos textos expresa de manera fehaciente cómo la liturgia ha espigado y recogido los clamores esperanzas que atraviesan todo el Antiguo Testamento en la espera del Mesías. Las cuatro alianzas (Dios-Adán y Eva; Dios-Noé, Dios-Abraham; Dios-Moisés) han sido expresadas por las cuatro notas (Sol-Do-Do-Si) que sostienen la interjección latina “O” resolviendo la quinta nota (Do) en el título cristológico veterotestamentario como si la música nos estuviera indicando que la quinta, definitiva y eterna alianza se realizará con la llegada del Mesías, todo se resuelve en Jesucristo. Dejarse conducir por esta música es toda una experiencia de sentido místico y de espiritualidad litúrgica de primer orden.

 Entre las ferias antes tratadas, destacamos una que para los católicos hispanos es de extraordinaria importancia: el 18 de diciembre que en el misal de San Juan XXIII, en su edición española, se conservaba la Missa Expectationis Partus Beatae Mariae Virginis. El origen de esta misa se encuentra en el venerable rito hispano-mozárabe y se remonta a la pluma del obispo toledano y padre de la Iglesia hispana, San Ildefonso (+667). Del mismo modo que la Iglesia romana desde tiempo inmemorial celebraba el misterio de la maternidad divina de la Virgen a los ocho días de la navidad, la Iglesia hispana lo haría ocho días antes de esta misma fiesta, a modo de octava preparatoria al nacimiento del Redentor en carne mortal.

El simple recorrido por las oraciones hispanas excedería en mucho los límites de este artículo pero no puedo evitar traer algunas ideas que luego pasaron a la edición española del Missale Romanum desde 1570 a 1962:

  1. La realidad de la Encarnación efectuada en el útero materno de la Virgen sin menoscabo de su integridad: “…No le priva del honor de llevarlo en su seno ni la entristece con los dolores del parto. Acalla el gemido materno cuando van a hacer y deja que se manifieste la ternura hacia el ya nacido. Pues no estaría bien que gimiera de dolor la que alumbra el gozo de todo el universo, o que el origen de la alegría conociera la opresión del dolor…” (Oratio ad monitionis del misal hispano) y “Oh Dios, que del útero de la bienaventurada Virgen María, por el anuncio del Ángel, quisiste tomar carne…” (Colecta del Misal romano 1962).
  2. La acción del Espíritu Santo en la Encarnación: “Rociad, cielos, desde lo alto, y las nubes lluevan al justo: ábrase la tierra, y germine al Salvador…” (Introito del Misal romano de 1962) y “Señor Jesucristo, Tú eres el verbo que te has hecho carne, de manera que el seno Virginal te concibiera por la sombra del altísimo y para darte a luz no tuviera que abrirse la puerta del cuerpo materno…” (Oratio Alia del misal hispano).
  3. El anuncio del Ángel como signo de la importancia del asentimiento de fe a la Palabra de Dios: “En lo profundo del corazón, la fe acoge con calor el anuncio del Ángel, el oído recibe la palabra que no deja lugar a dudas, y la seguridad de su fe queda confirmada con la esperanza de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. Así, el alma concibe lo que la fe le enseña, así, el espíritu alcanza en plenitud lo que ha elegido…” (Oratio ad monitionis del Misal hispano) y “Te pedimos, Señor, que tu gracia infundas en nuestras almas, para que, quienes, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu hijo Cristo; por su pasión y su cruz seamos llevados la gloria de la resurrección” (Postcommunio del Misal romano de 1962)
  4. Los efectos beneficiosos en nosotros de la Encarnación del Hijo de Dios: “De Dios que entraste en el seno de tu madre virginal sin romperlo y la abriste sin quebrantar sus sellos, acepta bondadoso este sacrificio que te ofrecemos al celebrar el misterio de tu Encarnación y concédenos a los que vivimos en este mundo la salud del alma y del cuerpo. De los difuntos, la felicidad del descanso eterno, amén.” (Oratio post nomina) y “Te pedimos, Señor, que en nuestras almas, confirmes los misterios de la fe verdadera, para que a quien confesamos nacido de la Virgen como Dios y hombre verdadero, por el poder de su santa resurrección merezcamos llegar a la alegría eterna” (Secreta).

En conclusión, el Adviento se nos descubre como un intenso tiempo de preparación ante la llegada del Mesías. San Juan Bautista o la Virgen Madre, Hija de Sión, junto a los profetas nos toman de la mano para conducirnos a la verdad plena que se resuelve en Jesucristo, verbo encarnado en Belén, y que ha de volver al final de los tiempos. Desde el inicio del nuevo año litúrgico levantamos el alma hacia Dios, sol de justicia, rey de las naciones, que ha de volver, pues es ésta la idea clave y continua del Adviento. Mientras tanto, nosotros hemos de esperar vigilantes su retorno protegidos y sostenidos por su gracia.

El tiempo de Adviento es de una profundidad espiritual de tal calibre que sería imposible concentrarla toda en estas páginas. Aspectos como las témporas o la reciente incorporación de la corona, así como el color litúrgico o los Domingos se quedan en el tintero esperando una nueva redacción. Sin más, sirvan estas breves páginas para poner ante los ojos de nuestros lectores un poco de agua que calme la sed de trascendencia y de conocimiento litúrgico. Les deseo a todos un feliz y santo Adviento del Señor.

PUBLICADO EN EL BOLETÍN «LAUDATE» Nº27 – DICIEMBRE 2023