Nuestra peregrinación es un modelo de “cristiandad a pequeña escala”. A imagen de la Cristiandad, la peregrinación está dividida en dos poderes: el temporal que recae principalmente en los jefes de capítulo que al amparo de los organizadores de la peregrinación tienen autonomía, aunque limitada, y son prácticamente soberanos en sus capítulos; y el poder espiritual que desempeñan los diferentes capellanes bajo la dirección del Capellán General de la peregrinación, sometidos a la autoridad de la Iglesia.

El sistema de capítulos representa la puesta en práctica, en el caso particular de una peregrinación, de la doctrina social de la Iglesia. Los capítulos están organizados por áreas geográficas y se corresponden con comunidades naturales (una ciudad, parroquia, instituto religioso, familia, colegio…). Dentro de ellos puede participar gente de cualquier edad, clase social o movimiento, conformándose así a la idea de sociedad y jerarquía que emana de la doctrina social de la Iglesia. El jefe de capítulo, que tiene a su cargo las almas del capítulo, ejerce la función esencial de la peregrinación, es el enlace entre los peregrinos y la dirección que ha de controlar el buen desarrollo de todo el conjunto.

El jefe de capítulo ha de hacer suyos los grandes objetivos de la peregrinación. La importancia de su papel en la peregrinación ha de traducirse en una actitud convencida y militante. Se ha de esforzar en que su capítulo viva en un ambiente de oración, apostolado, acción y oración a lo largo de todo el año. Es responsable de la integridad doctrinal de su capítulo. Se preocupa, pues, de su propia formación personal y la de sus adjuntos y ejerce la pedagogía con la mayor caridad posible. Su vida interior debe estar en concordancia con las exigencias de su función. Debe esforzarse en ser un ejemplo de virtudes naturales y sobrenaturales. Un jefe de capítulo tiene que poseer la virtud de la caridad, debe conocer a cada uno de los peregrinos de su capítulo y ha de practicar una gran delicadeza hacia ellos. Así pues, el jefe de capítulo ha de desarrollar un gran deseo evangelizador, un espíritu misionero. Para que esta misión de apostolado sea fructífera, el jefe de capítulo ha de formarse bien. Debe dedicar regularmente tiempo para la lectura espiritual y doctrinal. Además, en la medida de sus posibilidades, debe participar a lo largo del año en algún retiro espiritual.

Los jefes de capítulo son los responsables del equilibrio material y espiritual de sus capítulos. Sin embargo, en aras de la unidad deseada dentro de la peregrinación, deben consultar con los organizadores toda decisión importante referida a la peregrinación o a la preparación de ésta. Han de compartir los objetivos, principios y normativas de Nuestra Señora de la Cristiandad. Antes de dejar su posición, el jefe de capítulo debe anticipar y preparar su sucesión de manera ordenada.