De Compunctio cordis: acerca de la compunción.

Pablo Ormazabal Albistur, Pbro. Capítulo San Francisco Javier

Las lágrimas de Pedro (ca. 1700), Giordano Luca, extraído del Museo del Prado

De Compunctio cordis: acerca de la compunción.

Entrando en el tiempo de Septuaginta, inauguramos el ciclo Pascual con la llamada que la Iglesia nos hará a la penitencia en la próxima Cuaresma.

Como un anticipo la Iglesia responde a la Palabra de Dios ya en su oración de la Dominica V post Epiphaniam: “Sáname, Señor Dios, por la medicina de la penitencia (Sana me, Domine, medicamentum paenitentiae, Deus” (Nocturnale Monasticum, responsorio a la lección XI). Sí, la penitencia es la medicina de la gracia de Dios. Estamos enfermos y Jesucristo nuestro Médico, nos da la medicina que necesitamos por su gran misericordia.

  1. Los diversos significados de la penitencia.

La penitencia tiene diversos significados: a) es un sacramento por el que se nos confiere la gracia del perdón de nuestros pecados; b) existen los actos de penitencia exteriores como los ayunos, las vigilias, las mortificaciones, las peregrinaciones; c) existen los actos interiores de penitencia, sin las cuales las obras exteriores de penitencia “permanecen estériles y engañosas” (CCE 1430).

De entre la triple dimensión de la penitencia interior (cfr. CCE 1431), está la compunctio cordis, la compunción del corazón. Es una tristeza y dolor saludables, a veces unida a las lágrimas, que acompaña la conversión del corazón y el deseo y la resolución de cambiar de vida.

  1. ¿Qué es la compunción?

Una primera aproximación afectiva nos ha hecho entrever la naturaleza de la compunción. Pero ésta, lejos de ser un vago sentimiento, es una gracia y una realidad muy profunda. Si la penitencia es medicina de Dios, su eficacia depende del poder de Dios, pero requiere al mismo tiempo una disposición interior nuestra para que obtenga el fruto que Dios desea. Esta disposición es también una gracia por la que el Espíritu Santo nos mueve a corresponder. Es la compunción.

Así, si entre los actos del penitente en el sacramento de la confesión, el más importante es el acto de la contrición, su disposición en forma de hábito será la compunción. Se podría decir que la contrición es el acto de la compunción que es como su fuente. Como acertadamente afirma el Beato Dom Columba Marmión la compunción “es una disposición del alma que la mantiene habitualmente en la contrición”1

  1. La doctrina de los Santos Padres y doctores espirituales2

Los santos padres y maestros espirituales concuerdan en términos generales en afirmar que la compunción es: a) no un acto, sino una disposición del alma; b) una disposición, no efecto tan sólo y a merced de las circunstancias favorables, sino permanente y constante3; c) una disposición indivisa pero no simple ,con un objeto múltiple: la purificación del corazón, el acrecentamiento del dolor de los pecados, el conocimiento propio, entre otros; d) como ya se ha dicho, está muy unida a la contrición pero sin confundirse con ella, “sobrepasándola, superándola y transformándola de modo que venga a obrar a la vez como dolor y amor”4; e) Por eso, no sólo no es incompatible con la confianza y gozo en Dios, sino que la compunción los reafirma5; f) ante la dureza del corazón del hombre, lo ablanda y lo acompaña en su camino de unión con Dios en todas sus etapas.

San Pablo hablará de esta disposición cuando exhorta a vivir desde la compunción: “Digo esto, hermanos, que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina” (1 Cor 7, 29-31).

  1. ¿Cómo adquirirla?

Dom Columba Marmión va a dar una serie de indicaciones muy precisas acerca de cómo adquirir esta disposición6. Aquí quiero señalar dos puntos:

  1. La compunción es una gracia que hay que pedir. No es el fruto de nuestra mera acción humana sino gracia de Dios que hay que suplicar con fe y humildad. No es presunción hacerlo, pues nos es muy necesaria para nuestra salvación y santificación. No hacerlo nos puede meter en tibieza.

  2. Por medio de la meditación de la pasión. El apóstolo Pedro lloró al cantar tres veces el Gallo (cfr. Lc 22, 60-62). Lloró amargamente cuando vio la mirada de Jesús. Pero, a pesar de su traición, pudo ver la mirada de Jesús porque en medio de su pecado no dejó de seguir al Señor. Así somos nosotros. Por eso debemos meditar la pasión precisamente por nuestro pecado y pedir al Señor la gracia de su mirada sobre nosotros.

  1. El salmo 50

Hasta la reforma del salterio por parte de San Pio X, la Iglesia de rito romano rezaba a diario desde tiempo inmemorial (y sigue rezando en los monasterios que siguen el oficio monástico tradicional) el salmo 50. Hoy también podemos rezar a diario este salmo. En él se pide al Señor una gracia:

Cor mundum crea in me, Deus, et spiritum rectum innova in visceribus meis” (Crea en mí, ¡oh Dios! un corazón puro y renueva dentro de mí un espíritu recto) Ps 50,12).

Pedimos esta gracia confiando en una certeza: cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies (Un corazón contrito y humillado, ¡oh Dios! no lo desprecias)” (Ps 50,19).

Y esta certeza se apoya en una esperanza: “Beati qui lugent : quoniam ipsi consolabuntur (Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados). (…) Beati mundo corde : quoniam ipsi Deum videbunt (Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios)” (Mt 5, 5.8).

D. Pablo Ormazabal Albistur, pbro.

1 Dom Columba Marmión OSB. Jesucristo Ideal del Monje, Barcelona 1956, pp.187-188.

2 Cfr. P. Claudio de Jesús Crucificado OCD, “El espíritu y hábito de la contrición”: Revista de espiritualidad 14 (1955) 335-336

3 Así lo enseña San Bernardo en traducción coloquial: “ (La compunción de los tibios no es continua, sino salteada (Tepidorum compunctio non continua, sed horaria est)” Sermón 3 de la Ascensión del Señor.

4 P. Claudio de Jesús Crucificado OCD, “El espíritu”, 336.

5 Cfr. Dom Marmión, Jesucristo, Ideal del Monje, 194-198

6 El texto de la obra del Beato MArmión se puede descargar gratuitamente en https://ia800109.us.archive.org/0/items/GrandesMisticos1/ColumbaMarmionOsb-JesucristoIdealDelMonje.pdf