El Miserere: Teología y algunas tradiciones
D. Íñigo Serrano Sagaseta de Ilúrdoz, Pbro.
En el tiempo de Cuaresma cobra especial importancia la oración con el Salmo 50 de la Biblia, conocido tradicionalmente, por su inicio, como el Miserere. Se trata del más conocido de los siete salmos penitenciales. Su composición expresa la actitud del Rey David, que reconoce con dolor sus pecados y pide la misericordia divina para obtener la rehabilitación. Una vez recibido el perdón, podrá volver a alabar a Dios.
Teología:
San Juan Pablo II dedicó cuatro catequesis a analizar el Salmo 50 en toda su riqueza y profundidad espiritual.
En la confesión del Miserere se subraya un aspecto particular: el pecado no es concebido sólo en su dimensión personal y psicológica, sino que es delineado sobre todo en su calidad teológica. “Contra ti, contra ti sólo pequé”[1] exclama el pecador, a quien la tradición le dio el rostro de David, consciente de su adulterio con Betsabé, y de la denuncia del profeta Natán contra este pecado y el del asesinato del marido de ella, Urías[2].
El pecado no es, por tanto, una mera cuestión psicológica o social, sino un acontecimiento que afecta a la relación con Dios, violando su ley, rechazando su proyecto en la historia, alterando la jerarquía de valores, “cambiando la oscuridad por la luz y la luz por la oscuridad” es decir, llamando “al mal bien, y al bien mal”[3]. Antes de ser una posible injuria contra el hombre, el pecado es, ante todo, una traición a Dios. Son emblemáticas las palabras que el hijo pródigo de bienes pronuncia ante su padre pródigo de amor: “Padre, he pecado contra el cielo -es decir contra Dios- y contra ti”[4].
En cambio, el final del Salmo 50 pone de relieve la importancia de la esperanza, pues el orante es consciente de haber sido perdonado por Dios.[5] Su boca está a punto de proclamar al mundo la alabanza del Señor, atestiguando de este modo la alegría que experimenta el alma purificada del mal y por ello, liberada del remordimiento[6].
El orante testimonia de manera clara otra convicción, relacionada con la enseñanza reiterada por los profetas[7]: el sacrificio más grato que se eleva hasta el Señor, como delicado perfume[8], no es el holocausto de toros o de corderos, sino más bien el “corazón quebrantado y humillado”[9].
San Juan Pablo II nos recuerda también estas enseñanzas recogidas en La Imitación de Cristo, texto sumamente querido por la tradición espiritual cristiana: “La contrición de los pecados es para ti sacrificio grato, un perfume mucho más delicado que el perfume del incienso… En ella se purifica y se lava toda iniquidad”[10].
Algunas Tradiciones
En torno al canto del Salmo 50 han surgido piadosas tradiciones en las que confluye la fe, la liturgia, la religiosidad popular, la música y demás artes, especialmente en el tiempo de Cuaresma y Semana Santa. Las celebraciones del Miserere estaban presentes tanto en parroquias, como en conventos y catedrales. Cada una de estas instituciones organizaban las funciones en la medida de sus posibilidades.
1.- Vamos a analizar un ejemplo de Miserere en el ámbito parroquial que todavía a día de hoy se sigue celebrando, según la tradición, de tiempo inmemorial.
En la Parroquia de Aibar (Navarra) al caer la tarde, los viernes de Cuaresma, después del ejercicio del Vía Crucis, el párroco entona el Salmo 50, que es interpretado según una partitura anónima combinando el canto gregoriano y polifónico por la schola local, con acompañamiento de órgano. Durante el canto, se forma una procesión por las naves laterales del templo, de la que forman parte tres encapuchados, portando un gallo, (en recuerdo del gallo que canto tres veces mientras las negaciones de san Pedro), la cruz a cuestas y la cruz alzada. Al llegar al versículo 7 vuelve a intervenir el párroco en el canto: Ecce enim in iniquitatibus conceptus sum et in peccatis concepit me mater mea. Finalmente, la procesión termina como ha comenzado, contemplando la imagen del Santo Cristo del Amparo. La repetición de esta función todas las semanas hasta el Viernes de Dolores, inclusive, expresa claramente la finalidad del culto cristiano que, en términos clásicos, trata en primer lugar de dar gloria a Dios y como consecuencia de ello se produce el bien de las almas, las cuales son movidas progresivamente al arrepentimiento y a experimentar la misericordia divina.
2.- Un momento muy destacado para la interpretación del Miserere tiene lugar durante los maitines y laudes del Jueves, Viernes y Sábado Santo, que dan lugar, según el Oficio Divino Tradicional, a la función de Tinieblas, la cual solamente se conserva en los escasos templos que celebran la Sagrada Liturgia según el Usus antiquior.
Antes de la reforma de Pío XII, los oficios principales de la Semana Santa se celebraban por la mañana, y existía la costumbre de adelantar el Oficio Divino. Así los maitines y laudes se cantaban al atardecer del día anterior, favoreciendo una mayor asistencia de fieles. La tarde estaba cayendo y los templos entraban en oscuridad creciente, es decir en tinieblas. Las imágenes durante la Cuaresma habían sido retiradas o cubiertas con paños morados, y la iluminación dependía mayormente de un gran candelabro triangular de 15 velas llamado tenebrario. El número de velas representa a los 11 apóstoles fieles tras la traición de Judas Iscariote, a las tres Marías (María Salomé, María Magdalena y María de Cleofás) y a la Virgen María, simbolizada por la vela más destacada de todas.
Las velas se iban apagando sucesivamente según van transcurriendo los salmos del Oficio. Al final de Laudes, cuando sólo queda una vela encendida se cantaba el salmo 50, y esta vela se escondía tras el altar simbolizando la entrada de Jesús en el sepulcro y la espera de la Iglesia, hasta el regreso de la luz en la Resurrección. En este momento llegaban las tradiciones populares para representar con carracas y otros artilugios el temblor de tierra acaecido con la muerte de Cristo.
En las catedrales estas funciones cobraban la mayor solemnidad, como lugar privilegiado desde donde cantar la grandeza de Dios provocando el gozo del alma y de los sentidos. Con el paso de los siglos, el canto gregoriano fue enriqueciéndose y alternándose con el canto polifónico, el cual fue cobrando cada vez un mayor protagonismo. Este hecho se observa claramente en las distintas lecturas, salmos y responsorios del Oficio de Tinieblas y especialmente en el canto final del Miserere con el que concluye dicha función[11].
A nivel internacional es muy y conocido el famoso Miserere de Alegri. Gregorio Allegri (1582-1652) fue un compositor y cantor litúrgico romano que gozó de gran prestigio en su tiempo. Su reputación le llevó también a ser nombrado maestro de la Capilla Papal en 1650 y ser considerado como digno sucesor de Palestrina.
En realidad, lo que compuso Gregorio Allegri sobre el salmo 50 no era mas que un sencillo fabordón, es decir, una armonización a varias voces de una fórmula musical que se aplica a los sucesivos versículos de los salmos, en alternancia con el llamado canto llano, gregoriano. Estas armonizaciones o fabordones, en origen, llegaban a ser improvisadas por los propios cantores que, según los conocimientos musicales, eran capaces de saber qué nota debía cantar cada uno en cada momento para que la armonía del conjunto resultase bella y conforme con las reglas de la composición musical.
Entre las personalidades musicales que admiraban este Miserere se contaban el franciscano Giovanni Battista Martini, el músico y viajero inglés Charles Burney y el mismísimo Wolfang Amadeus Mozart. De este último es famosa la anécdota que lo sitúa en 1770, con sólo 14 años, transcribiendo la pieza de memoria, después de haberla escuchado sólo una vez[12].
En España la composición sobre el Salmo 50 que mayor renombre ha alcanzado es el famoso Miserere de Hilarión Eslava que es interpretado en la catedral de Sevilla a gran orquesta, de forma muy efectista y grandilocuente. El padre José López Calo, S.J., ha estudiado con minuciosidad a Hilarión Eslava, su vida y obra, prestando especial atención a los distintos misereres que compuso y particularmente al más famoso de todos, conocido como que el Miserere de Eslava[13].
Hilarión nació en Burlada (Navarra) en 1807. A los diez años, fue admitido como infante en la catedral de Pamplona y progresivamente fue desplegando su carrera musical. En 1828 ganó la oposición de maestro de capilla de el Burgo de Osma. En 1832 ya se encontraba en catedral de Sevilla y culminó su carrera como maestro de la real capilla.
Nos vamos a centrar en su etapa sevillana, ya que fue allí donde compuso y estrenó en 1835 el famoso Miserere. Destaquemos que, en la catedral de Sevilla, año tras año se había sucedido la interpretación de una gran diversidad de misereres, casi anualmente distintos. Desde 1835, el de don Hilarión suplantó a todos rompiendo la costumbre de variar. Su estilo operístico, según la moda italianizante de la época, se compenetró muy bien con la psicología del pueblo sevillano, expresando su sentimiento penitencial con una mezcla de júbilo por la Redención y dolor por los sufrimientos del Salvador. Algo que es característica constante de todas las manifestaciones de la Semana Santa sevillana[14].
Cada año el Miserere iba adquiriendo mayor renombre, teniendo su época de mayor esplendor entre 1871-1888. A partir de este año, se suspendió a causa del derrumbamiento de la catedral. En 1900 se retomó y se continuó interpretando, a pesar de que la nueva legislación eclesiástica sobre música sacra emanada del Motu Proprio Tra le sollecitiudini (1903) fue muy restrictiva respecto a este tipo de composiciones, ya que no tienen ningún punto de contacto con el canto gregoriano y la polifonía clásica. En 1932 y hasta 1938 se suspendió a causa de los acontecimientos políticos que vivió el país. Se repuso en 1938 con grandes esfuerzos y definitivamente fue suspendido en 1956[15]. A partir de entonces el Miserere es interpretado en diversos teatros sevillanos. A partir de 1970 vuelve a la catedral y allí continua interpretándose actualmente como concierto sacro. Tristemente ha perdido su sentido litúrgico para la que fue compuesto, con destino a la función de Tinieblas de Triduo Sacro.
Conclusión
El canto del Salmo 50 en sus distintas composiciones gregorianas y polifónicas surgidas a lo largo de la historia de la Iglesia para la Sagrada Liturgia, introducen a los fieles en la vivencia de los grandes misterios de la Semana Santa, impregnando el alma del profundo sentido del perdón divino y ofreciendo a la humanidad obras de gran valor cultural y artístico para la mayor gloria de Dios Nuestro Señor.
[1] Sal 50, 6
[2] 2 Sam 11-12
[3] Is 5, 20
[4] Lc 15, 21
[5] Sal 50, 17-21
[6] S. Juan Pablo II. Segundo comentario sobre el Salmo 50. Audiencia 8 de mayo de 2002.
[7] Is 1, 10-17; Am 5, 21-25; Os 6, 6.
[8] Gn 8, 21
[9] Salmo 50, 19.
[10] S. Juan Pablo II. Cuarto comentario sobre el Salmo 50. Audiencia 30 de julio de 2003.
[11]ARANDA RUIZ, A., Notas para el arte y la fiesta en la Catedral de Pamplona en Revista Principe de Viana 263, Pamplona 2015, pp. 116-1123.
[12] DEL TORO SOLA, R., La más famosa musicalización del salmo 50. Consulta realizada el 3 de marzo de 2022.
[13] LOPEZ CALO, J., El Miserere de Eslava en Boletín de Bellas Artes, Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría nº 27, Sevilla, 1999, pp. 199-259.
[14]ANSORENA, J. L., Biografía de Don Hilarión Eslava en Monografía de Hilarión Eslava. Institución Príncipe de Viana, Pamplona, 1978, pp. 50-52.
[15]LOPEZ CALO, J., Op cit. pp-199-259.
PUBLICADO EN EL BOLETÍN «COVADONGA» Nº6 – MARZO 2022