Novena al Santo Ángel Custodio de España
Tercer día
Compuesta por Mons. Leopoldo Eijo Garay
Por la señal…
Acto de contrición: Señor mío Jesucristo…
Oración inicial para todos los días
Oh, bienaventurado espíritu celestial, a quien la Divina Misericordia se ha dignado confiar el glorioso Reino de España, para que lo defiendas y custodies; postrados ante ti y en amorosa unión contigo damos al Señor humildes y fervientes gracias por haber tenido para con nosotros la misericordiosa providencia de ponernos bajo tu protección; contigo le alabamos y bendecimos y a su divino servicio rendidamente nos ofrecemos.
Acepta, Ángel Santo, estos piadosos cultos que a tu honor dedicamos, ilumina nuestras inteligencias, conforta nuestras voluntades, presenta al Señor nuestras plegarias avaloradas con las tuyas; defiéndenos del enemigo de nuestras almas, que también lo es, y muy feroz, de nuestra Patria; alcánzanos del Señor que saquemos fruto y provecho espiritual de estos cultos, que crezcamos en la veneración a ti, en tu amor y en la docilidad a tus enseñanzas y dirección para que defendidos, custodiados y regidos por ti sirvamos fidelísimamente a Dios en nuestra vida privada y pública; para que se salven nuestras almas y las de nuestros compatriotas todos; para que España sea siempre el paladín de la Fe Católica y Dios Nuestro Señor la bendiga, prospere y glorifique. Amén.
Meditación: el Ángel Custodio del Reino
Todos los santos ángeles forman con nosotros la familia de los hijos de Dios, herederos del cielo, todos nos ayudan a lograr nuestro supremo felicísimo destino. «¿Por ventura —decía el apóstol San Pablo— no son todos ellos espíritus que hacen el oficio de servidores o ministros enviados por Dios para ejercer ministerio en favor de aquellos que deben ser los herederos de la salvación?»[1]. Por eso dice San Agustín que la comunidad de los santos ángeles asiste y auxilia a la Iglesia peregrinante en la tierra, porque así como les ha de unir una misma felicidad eterna, así un mismo vínculo de caridad los une, pues para adorar a Dios han sido creados.
Doctrina católica es que Dios ha encargado a los ángeles la custodia de los hombres; lo dice la Sagrada Biblia en numerosísimos lugares, y la constante y común tradición de la Iglesia lo asegura.
Comentando sobre el capitulo décimo de la profecía de Daniel, los Padres y escritores católicos toman ocasión de aquellas palabras «el príncipe del reino de los persas, el príncipe de los griegos y el príncipe de los judíos» para exponer la común doctrina de que la Divina Providencia ha encomendado a la custodia y protección de un ángel cada uno de los pueblos o naciones.
«Que cada nación tiene su propio ángel custodio lo afirma la Escritura», dice Teodoreto. «Unos ángeles están al frente de las naciones, otros acompañan a cada uno de los fieles», afirma San Basilio. Además de la contemplación de Dios que los beatifica, los buenos ángeles están ocupados en la guarda de la Iglesia, de las naciones y de los individuos.
Cada pueblo tiene su ángel al frente, dicen San Gregorio, Casiano y San Isidoro. San Cirilo se hace eco autorizado de la general creencia de que cada reino tiene un ángel particularmente encargado de guiarle. San Gregorio Nacianceno, San Gregorio Niseno y San Juan Crisóstomo enseñan que a cada nación ha sido dado un ángel guardián que la protege e inspira santos pensamientos a los que guía.
San Jerónimo, San Hilario y San Ambrosio describen al ángel de cada reino intercediendo por sus hijos y cubriéndoles con su protección. San Juan Damasceno dice de ellos: «Mensajeros y ministros de Dios ejecutan su voluntad, se muestran a veces a los hombres, están destinados para guardianes de ciertas regiones de la tierra, de ciertas naciones; se ocupan de nuestros intereses y nos prestan auxilio». Por último, todos los grandes teólogos de la Iglesia Católica han sostenido esta consoladora doctrina, como presentada en la Sagrada Escritura y común a los Santos Padres.
Considera cuán misericordiosa es la providencia de Dios que ha destinado tan perfectas criaturas a velar por tu bien y por el de tus allegados y compatriotas.
†
Pondera cuán conforme a razón es esta doctrina. Dios Nuestro Señor no creó al hombre para que viviese aislado y solitario: lo hizo social por naturaleza, de suerte que no por capricho ni mero pacto de conveniencia, sino según los designios divinos, se congregan los hombres, las familias y los pueblos, formando naciones o Estados. Podrán éstos variar, dilatarse o empequeñecerse, confederarse o disgregarse; pero siempre los hombres, para obtener el bien propio, necesitarán tener vida social, y esta vida social se concretará en la formación de naciones por vínculos de lengua, afectos, tradiciones o intereses.
Y, siendo tan misericordioso el Señor que confió a la angélica custodia la suerte y gobierno de la humanidad, convenía que —así como quiso que un ángel velase sobre cada hombre para que cumpliese éste fielmente su destino— así dispusiese que los que, congregados por intereses comunes formasen una sociedad y constituyesen un mismo estado, tuviesen también un protector común que amparase al estado y a sus miembros.
En esta consideración debes de encontrar un motivo más de agradecimiento profundo a la divina misericordia. Así como por ley natural debes procurar tu perfección y tu bien, y además el bien y mejoramiento de tu patria, a la que debes amar y ser útil, asimismo —no sólo por razones personales, sino que también por amor a tu patria— debes agradecer al Señor que se haya dignado ponerla bajo la custodia de un ángel del cielo. Excita en ti estos nobles y levantados sentimientos; dale gracias al Señor por haber concedido a España su Ángel Custodio, y venera y ama a este Santo Ángel, pidiéndole por la patria y confiando en su protección.
Oración
Oh gloriosísimo y bienaventurado espíritu celestial, a quien por dicha de los españoles Dios ha designado para custodio y protector de nuestro reino, bendito seas de todos los hijos de España. En nombre de todos te damos culto y confiadamente te suplicamos que aceptes nuestras fervorosas acciones de gracias por tu constante y valiosísima protección. A tu amparo nos acogemos, Santo Ángel Custodio e imploramos tu vigilante defensa y tu acertada dirección. Sé tú siempre nuestro escudo ante los enemigos interiores y exteriores; sé tú la luz que nos guíe en medio de las tinieblas de los humanos errores. Tú, que gozoso guiaste por los caminos del bien y de la gloria a nuestros padres, no permitas que degeneremos de ellos. Tú, que protegiste en nombre de Dios sus altas empresas, infunde en nuestros pechos sus heroicos y cristianos alientos. Tú, a cuya poderosa intercesión —por el hecho mismo de constituirte en custodio nuestro— ha vinculado eficazmente el Señor tantas gracias, ruega por España, para que en cada uno de sus hijos y en todas las esferas de la vida nacional, se avive la fe y se acreciente la caridad; para que Dios nos perdone tantos pecados y tan graves ofensas como hemos cometido contra la infinita Majestad; para que nos libre de toda suerte de calamidades y de males, y en paz y prosperidad concordes colaboremos todos al florecimiento de las virtudes cristianas entre nosotros, para gloria de Dios, complacencia tuya y eterna salvación de nuestras almas. Amén.
Padre nuestro. Ave María. Gloria.
Ejemplo bíblico
Llenas están las Sagradas Escrituras de prodigios realizados por Dios a favor del pueblo de Israel por medio del santo ángel que había deputado para su custodia. Era este San Miguel Arcángel, según se dice en el capítulo 10 de la profecía de Daniel. Es el mismo a quien, según los padres y doctores, ha sido encomendada la custodia de la Iglesia, una vez que, terminada la Vieja Ley, disuelto el reino judío y desparramado su pueblo por toda la tierra, se abrieron a todo el mundo las puertas del nuevo Reino de Israel, al cual pertenecen todos los justos, la Santa Iglesia católica.
En los días siguientes veremos algunas de esas maravillas realizadas por San Miguel, ya que ellas nos dan clara idea de lo que puede el ángel custodio de un reino en favor de sus protegidos. Hoy recordaremos sólo lo que nos dice la Sagrada Biblia en el capítulo 14 del sagrado libro del Éxodo.
Dios había sacado a Israel de la esclavitud de Egipto y, capitaneado por Moisés, lo llevaba a la tierra de promisión. Arrepentido el Faraón de haberles dejado salir en libertad, juntó gran ejército y salió en busca de los israelitas para batirlos y volverlos de nuevo esclavos a Egipto.
El Ángel del Señor precedía siempre a su pueblo, guiándolo y marcándole el camino: aparecía como una columna de nube durante el día, como una columna de fuego por la noche.
Apenas los israelitas divisaron a los egipcios que les daban alcance, se sobrecogieron de terror y prorrumpieron en gemidos y quejas contra Moisés, quien los arengó y exhortó a confiar en la omnipotencia de su Dios. Y he aquí que el ángel del Señor que precedía a los hijos de Israel se colocó detrás de ellos, y lo mismo la columna de nube. Cubrió la retaguardia poniéndose entre el ejército egipcio y el israelita, y a aquél sumió en impenetrables tinieblas, de suerte que los egipcios no podían ver a los israelitas ni acercárseles, mientras que a éstos iluminaba la noche y facilitaba el tránsito del mar que, dividido en dos partes, dejaba camino seco. A la primera luz de la mañana los egipcios se lanzaban en seguimiento de los fugitivos y perecían mísera y totalmente en el mar Rojo, que los israelitas acababan de pasar.
He ahí simbolizada y representada en un hecho real toda la protección que el ángel custodio presta a un reino. Nube de día, columna de fuego por la noche, guiando siempre a sus protegidos y siendo su escudo y defensa para que ni siquiera puedan acercarse a ellos los enemigos que les persiguen. ¡Dichosos los pueblos que, cual entonces el de Israel, se dejan guiar por su Santo Ángel Custodio, confiados en él y en la divina protección!
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Antífona. Bendito sea el Señor, que por medio del Ángel de salvación visitó a nuestro pueblo y nuestra Nación y la libró de las manos de cuantos la odiaban y dirigió nuestros pasos por el camino de la paz.
℣. Enviará el Señor su Ángel en rededor de los que le temen.
℟. Y los librará.
Oremos. Omnipotente sempiterno Dios, que con inefable Providencia has destinado un Ángel a cada Reino para su custodia: concédenos, te suplicamos, que por las preces y el patrocinio del Ángel Custodio de nuestro Reino nos libremos siempre de toda adversidad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
[1] Heb 1, 14.