Novena al Santo Ángel Custodio de España
Cuarto día
Compuesta por Mons. Leopoldo Eijo Garay
Por la señal…
Acto de contrición: Señor mío Jesucristo…
Oración inicial para todos los días
Oh, bienaventurado espíritu celestial, a quien la Divina Misericordia se ha dignado confiar el glorioso Reino de España, para que lo defiendas y custodies; postrados ante ti y en amorosa unión contigo damos al Señor humildes y fervientes gracias por haber tenido para con nosotros la misericordiosa providencia de ponernos bajo tu protección; contigo le alabamos y bendecimos y a su divino servicio rendidamente nos ofrecemos.
Acepta, Ángel Santo, estos piadosos cultos que a tu honor dedicamos, ilumina nuestras inteligencias, conforta nuestras voluntades, presenta al Señor nuestras plegarias avaloradas con las tuyas; defiéndenos del enemigo de nuestras almas, que también lo es, y muy feroz, de nuestra Patria; alcánzanos del Señor que saquemos fruto y provecho espiritual de estos cultos, que crezcamos en la veneración a ti, en tu amor y en la docilidad a tus enseñanzas y dirección para que defendidos, custodiados y regidos por ti sirvamos fidelísimamente a Dios en nuestra vida privada y pública; para que se salven nuestras almas y las de nuestros compatriotas todos; para que España sea siempre el paladín de la Fe Católica y Dios Nuestro Señor la bendiga, prospere y glorifique. Amén.
Meditación: devoción al Santo Ángel
Siendo tan misericordiosa la Divina Providencia que se ha dignado destinar un santo ángel para que custodie, guíe y defienda a nuestra patria e interceda constantemente por ella, ¿no es verdad que debía nuestro pecho rebosar de agradecimiento a la divina bondad y que debíamos tener profunda y ferviente devoción al Ángel Custodio de España en correspondencia a los constantes favores que de él recibimos?
Y, sin embargo, ¡qué olvidada y hasta desconocida está esa devoción! ¿Cuántos son los españoles que a nuestro Santo Ángel invocan pidiéndole por la patria, pidiendo que nos alcance del Señor gracias y luces, perdón y misericordia, protección y bienandanza, lo mismo para los individuos que para toda la nación?
No se trata de una devoción de origen privado, que pueda parecer a unos o a otros más o menos acertada: se trata de una devoción aprobada por la suprema autoridad de la Iglesia, litúrgica y oficial. La Santa Sede Romana, accediendo a los piadosos deseos del rey don Fernando VII, concedió a España que el día primero de octubre de cada año se tuviere la fiesta del Santo Ángel Custodio de este reino, con oficio propio, para darle gracias por la asistencia con que nos favorece y para impetrar su auxilio y protección en los tiempos venideros.
Las devociones litúrgicas debieran ser siempre las más populares, porque son más aceptas al Señor y porque demuestran mayor sumisión del pueblo fiel a la Iglesia docente. ¿Quién no sabe que uno de los medios mejores y más eficaces de enseñar y educar al pueblo son los actos litúrgicos bien practicados y meditados?
¡Cuántas gracias derramaría Dios sobre España si toda ella por la intercesión valiosísima de su Ángel Custodio se las pidiese! Para demostrar España su agradecimiento a su Santo Ángel, y para que esa devoción dé los óptimos frutos que puede producir, no basta la solemnidad litúrgica ya concedida por la Santa Sede. Es preciso que por toda la extensión de la patria se propague y arraigue esta devoción, y que en todos los hogares y en todos los pechos españoles tenga culto y amor el Santo Ángel de España.
Piensa cómo has cumplido hasta aquí con ese deber de gratitud y proponte ser en adelante no sólo devotísimo, sino además propagador de la devoción al Ángel Custodio del Reino.
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Pondera cuánto daña y perjudica a nuestra patria el olvido en que suele tenerse el Santo Ángel. Hablando Dios Nuestro Señor a Israel del santo Arcángel destinado para su custodia decía: «He aquí que yo enviaré mi ángel que te preceda y te custodie en el camino y te introduzca al lugar que te he preparado. Atiéndele y escucha su voz y no le seas rebelde, porque no dejará de castigarte si pecas, y mi autoridad está en él. Mas si escuchas su voz y le obedeces y cumples lo que te mando, Yo seré el enemigo de tus enemigos y afligiré a los que te aflijan»[1].
Mira qué grandes bienes promete Dios a los pueblos que, conscientes de la angélica protección, procuran cumplir bajo su tutela los divinos mandatos, y cómo en el ángel está la autoridad divina, pues en nombre de Dios guarda, protege e ilustra con santas inspiraciones.
Un pueblo que no tenga devoción a su santo ángel custodio, ¿cómo cumple aquel divino mandato: «Atiéndele y escucha su voz y no le seas rebelde»? ¿Cómo se librará del pecado de ingratitud contra la misericordiosa providencia que tal defensor le ha dado? ¿Cómo logrará los grandes bienes que la divina promesa ha vinculado al amor, veneración y obediencia al santo ángel?
Hoy es preciso que España sea consciente de ese deber religioso, que repare el olvido en que está de su Santo Ángel Custodio, que avive en su corazón el amor y la esperanza, y, puesta bajo las alas protectoras del espíritu celestial a quien Dios la ha confiado, pida perdón por los pecados cometidos, invoque su defensa y patrocinio, y guiada por él cumpla con los deberes que su glorioso nombre de católica le imponen.
Duélete de que estos sentimientos no hayan vivido siempre en tu corazón. Foméntalos en ti y en cuantos te rodean y haz propósito firme y eficaz de poner de tu parte cuanto puedas para que la devoción de España a su Santo Ángel Custodio, autorizada y bendecida por la Santa Sede Romana, sea una de las más populares y fervorosas de nuestra nación.
Oración
¡Oh, gloriosísimo Ángel Custodio de España!, postrados reverentes ante ti te pedimos perdón por el olvido en que hemos tenido tu protección y tus favores. En nombre de España entera te veneramos y reverenciamos y prometemos para en adelante reparar nuestro pasado olvido con fervorosos actos de amor y devoción. ¡Hemos olvidado, con triste ingratitud, tantas misericordias del Señor! Pero ahora, Ángel Santo, poniéndonos bajo el amparo de tus alas, te rogamos que nos obtengas de la divina misericordia generoso perdón de todos nuestros yerros; perdón de tantas ofensas privadas y públicas a la Majestad del Señor; perdón de tantas apostasías; perdón de tantos actos hostiles a la religión santa, como ha realizado nuestra patria contagiada de los delirios antirreligiosos de otros pueblos. Conscientes de nuestros sagrados deberes para con Dios, queremos que nuestra patria lo adore y que su vida toda se ajuste a los divinos mandatos. Conscientes de nuestros deberes para contigo y de la misión que la misericordia del Señor te ha confiado sobre nosotros, prometemos serte agradecidos, fieles y obedientes, y guiados de tu mano seguir los caminos del Señor que en mala hora abandonamos. Ilumínanos, confórtanos, defiéndenos; abate a los enemigos de nuestra fe, que son a la par los enemigos de nuestra Patria. Haz que, cumpliendo fielmente los divinos mandatos y en inquebrantable unión con la Sede Romana, España sea siempre la nación católica por excelencia y cada uno de nosotros gane la eterna gloria. Amén.
Padre nuestro. Ave María. Gloria.
Ejemplo bíblico
Si la vigilancia con que nuestro Santo Ángel nos asiste y sus trabajos por nuestro bien fuesen percibidos por los sentidos, más viva y constante sería la apreciación de ellos y la estima en que los tendríamos, así como el agradecimiento que nos merecerían.
Mas tratándose de cosas superiores a nuestros sentidos, pásanse los más sin ser notados ni apreciados, y gran parte tiene eso en el lamentable olvido sobre que acabamos de meditar. Pero si los consideramos a la luz de la fe, constándonos de ellos con tan entera certidumbre, no puede menos de llenarse el ánimo de agradecimiento y devoción.
Para avivar esa fe viene muy al caso lo que ocurrió al profeta Eliseo y se narra en el capitulo 6 del segundo libro de los Reyes. Dice la Sagrada Biblia que el rey de Siria, que guerreaba contra los israelitas, estando lleno de furor contra Eliseo, determinó apoderarse del profeta, ya que éste revelaba al rey de Israel los secretos de su enemigo y frustraba así sus artes de guerra y los lazos que para cogerle prisionero le tendía. Habitaba Eliseo en Bothaim y de improviso una noche rodearon la ciudad los ejércitos de Siria. Muy de mañana salió un criado del profeta y, al ver así cercada la ciudad, corrió a Eliseo a advertirle del peligro exclamando: «Ay, ay, ay, Señor mío, ¿qué haremos? Porque los enemigos tienen rodeada toda la ciudad y no hay sitio por donde huir».
Eliseo le dijo: «No temas; muchos más están con nosotros que con ellos; más poderosos que nuestros enemigos son nuestros defensores». Y, levantando los ojos al cielo, oró: «Señor, abre los ojos de este para que vea». Y abrió el Señor los ojos del criado y vio. Y a sus ojos apareció todo el monte cubierto de caballeros y de carros de guerra, todos de llameante fuego, rodeando a Eliseo, que así protegido venció a sus enemigos.
Oh, abra el Señor los ojos de todos nosotros, avive nuestra fe para que veamos a nuestro Santo Ángel protegiendo y defendiendo a España, librándonos de calamidades y de males, para que apreciemos las mercedes con que nos favorece y le seamos agradecidos y devotos.
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Antífona. Bendito sea el Señor, que por medio del Ángel de salvación visitó a nuestro pueblo y nuestra Nación y la libró de las manos de cuantos la odiaban y dirigió nuestros pasos por el camino de la paz.
℣. Enviará el Señor su Ángel en rededor de los que le temen.
℟. Y los librará.
Oremos. Omnipotente sempiterno Dios, que con inefable Providencia has destinado un Ángel a cada Reino para su custodia: concédenos, te suplicamos, que por las preces y el patrocinio del Ángel Custodio de nuestro Reino nos libremos siempre de toda adversidad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
[1] Ex 23, 20-22.