Historia de la devoción a la Virgen del Pilar

D. Íñigo Serrano Sagaseta de Ilúrdoz

Introducción

Un criterio objetivo para señalar las apariciones más importantes de la Santísima Virgen María a lo largo de la historia es considerar aquellas que tienen el más alto reconocimiento por parte de la Iglesia.
El máximo grado de aprobación corresponde a las que tienen incluida la conmemoración de la aparición en el calendario litúrgico, mediante Oficio Divino y Misa propios. El número de apariciones que alcanza esa máxima categoría es sorprendentemente limitado: únicamente nueve a nivel mundial y la más antigua de todas es la Virgen del Pilar de Zaragoza cuyo Oficio y Misa fueron aprobados por el papa Clemente XII en 1739.

Tradición

A diferencia del resto de las apariciones marianas que ocurren después de la Asunción a los cielos, en el caso de la Virgen del Pilar más que una aparición propiamente dicha, se trata de una traslación o bilocación, ya que la venida a Zaragoza tuvo lugar en su vida mortal, cuando todavía vivía en Tierra Santa.

Se conservan en Zaragoza unos documentos del siglo XIII (Moralia de S. Gregorio Magno) en los que se hace referencia a la tradición iniciada en el año 40, que trata de la venida de la Santísima Virgen para brindar al apóstol Santiago su apoyo maternal, en la labor evangelizadora de España.

En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando oyó voces de ángeles que cantaban Ave María, Gratia Plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol“.

La Santísima Virgen, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio“. Desapareció la Virgen y quedó allí el pilar.

El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio. Aquélla sería la primera iglesia dedicada a la Virgen Santísima.

La Basílica

Existe un documento del 714, año de la ocupación musulmana, que da testimonio de cómo Zaragoza era un lugar importante de peregrinación para la cristiandad.

Hacia el año 835, un monje llamado Almoino, del Monasterio de SaintGermain de Paris, redactó un códice en el que hacía referencia a la iglesia de la Virgen María de Zaragoza, indicando que en el siglo III, el gran mártir San Vicente había servido en ella.

A lo largo de los siglos se suceden distintas obras y estilos artísticos en el templo
que alberga la preciada reliquia de la columna, sobre la que se ubica la imagen de la Virgen.

A mediados del siglo XVII, se empezó a pensar en levantar un nuevo templo de
mayor capacidad y en consonancia con las directrices ofrecidas por el Concilio de Trento. En 1681 se colocó la primera piedra de la basílica actual, cuya construcción terminó prolongándose hasta el siglo XX con diversas alteraciones y paros en las obras. Especial mención debe hacerse al arquitecto Ventura Rodríguez que planeó la Santa Capilla, ejecutada entre 1754 y 1765.

Además, cabe destacar otras obras de gran valor artístico dentro de la Basílica como el retablo mayor realizado en alabastro, obra de Damián Forment; la sillería de coro tallada por Esteban de Obray y la bóveda del Coreto pintada al fresco por Francisco de Goya.

El Pilar y la imagen de la Virgen

El Pilar es un fuste de columna, de forma cilíndrica, sin molduras ni adorno alguno de 1,67 m. de altura y 25 cm. de diámetro. Realizado en jaspe, está encerrado dentro de una cubierta de cobre recubierta de plata, que es la que aparece a la vista de los fieles. Para que los fieles puedan acercarse a besar esta columna, en la parte posterior de la capilla se ha dejado una abertura en forma de óvalo por la que es posible venerarla.

Sobre el Pilar descansa la imagen de la Virgen. Se trata de una efigie de madera de 38 cm. de altura, labrada según los cánones de la escultura gótica europea de la primera mitad del siglo XV y atribuida al escultor Juan de la Huerta. Representa a la Santísima Virgen como reina y madre, con corona y manto imperial y a su vez sosteniendo al niño sobre su brazo.

Alguna tradición señala la posibilidad de que esta imagen fuese donada por la reina Blanca de Navarra, casada con Juan II de Aragón a raíz de su curación tras sufrir una grave enfermedad. Queda constancia documental de que en el año 1433 tuvo lugar una peregrinación en agradecimiento por dicha curación y fruto y testimonio perpetuo de ello fue la institución por la Reina de la Orden del Pilar, la única que sobrevive de las ordenes caballerescas que existieron en el antiguo Reino de Navarra.

El milagro de Calanda

Entre los muchos prodigios atribuidos a la intercesión de la Virgen del Pilar destaca especialmente el milagro del cojo de Calanda, por tratarse de algo tan insólito como la restitución de una pierna a una persona a la que previamente se la habían amputado.

Miguel Pellicer nació en Calanda, provincia de Teruel, en marzo de 1617. A los 19 años abandonó su pueblo y se trasladó a Castellón a trabajar en casa de su tío. Allí tuvo un accidente cuando cabalgaba sobre una mula. Al caer a tierra, le pasó una de las ruedas del carro cargado de trigo por encima de la pierna derecha y le fracturó la tibia en su parte central.

Ingresó en el Hopital Real de Valencia el 3 de agosto de 1637, según consta en el Libro del Registro que todavía se conserva. En este hospital solo permaneció cinco días, ya que solicitó ser trasladado a Zaragoza.

Lo primero que hizo al llegar a Zaragoza fue ir a visitar a la Virgen del Pilar y a continuación fue ingresado en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia. Al cabo de un tiempo se hizo necesario amputarle la pierna “cuatro dedos por debajo de la rodilla” por el cirujano Juan Estanga, que sería enterrada por el practicante Juan Lorenzo García dentro de un hoyo “como de un palmo de hondo”. En la primavera de 1638, recibió el alta del hospital después de que le colocaran una pierna de madera y le proporcionaran una muleta.

Fue mendigo en la puerta del templo de Nuestra Señora del Pilar, de la que era muy devoto desde su niñez, ya que existía una ermita con su advocación en Calanda. Miguel Pellicer se había encomendado a la Virgen antes y después de su operación. Para suavizar su dolor, cada día untaba el muñón de su pierna con el aceite de las lámparas que ardían ante la Virgen del Pilar, mientras pedía limosna a la puerta del templo.

Al cabo de dos años decidió volver a Calanda. El 29 de marzo de 1640, después de una dura jornada de trabajo en su casa, sobre las diez de la noche, se acostó en la habitación de sus padres porque había un soldado alojado en la casa. Entre las diez y media y las once de la noche entraron sus padres en la habitación “a la luz de un candil” y percibieron “una fragancia y olor suave no acostumbrado”. Al acercarse su madre a Miguel vio que por debajo de la manta asomaban dos pies cruzados. Comprobaron sus padres y Miguel cómo en la “nueva pierna” se mantenían las cicatrices de la “pierna amputada”.

El 2 de abril, cinco días después del milagro, Miguel Andreu, notario de Mazaleón, levantó acta notarial de tan impresionante hecho, la cual se conserva en el Archivo del Ayuntamiento de Zaragoza.

El 25 de abril, Miguel volvió a viajar a Zaragoza para dar gracias a la Virgen del Pilar. A instancias del Ayuntamiento de la ciudad, se incoó en el Arzobispado un proceso en el que declararon 25 personas entre facultativos y sanitarios, autoridades eclesiásticas, familiares y vecinos.

Finalmente, el Arzobispo de Zaragoza don Pedro de Apaolaza concluyó el proceso canónico al concurrir todas las circunstancias que el derecho exige para constituir un verdadero milagro y como tal lo aprobó y autorizó el 27 de abril de 1641.

El milagro se divulgó rápidamente por la Corte y Pellicer fue recibido en Madrid por el rey Felipe IV, quien tuvo el gesto de besarle la pierna. Miguel Pellicer regresó a Calanda y murió el 12 de septiembre de 1647.

La colección de mantos

Generalmente, el pilar es revestido con uno de los innumerables mantos que atesora la Virgen, aunque existen varios días al año en los que queda descubierto para la veneración de los fieles. Estos días son los 2, 12 y 20 de cada mes, conmemorando las fechas más destacadas de la devoción pilarista: La Venida de la Virgen a Zaragoza el 2 de enero del año 40, la Solemnidad de Nuestra Señora del Pilar el 12 de octubre y la Coronación Canónica de la Virgen del Pilar el 20 de mayo de 1905.

Desde 1677, algunos mantos adquieren un valor añadido. Después de ser vestidos por la Virgen del Pilar se prestan a quien los desee con la finalidad de cubrir a los enfermos, incluso en el lecho de su muerte. En gran cantidad de esquelas se puede leer: “falleció bajo el manto de Nuestra Señora del Pilar”. 

La demanda de mantos, tanto de Aragón como del resto de España y del extranjero fue creciente y en ocasiones imposible de atender por lo que se crearon las medidas”. Son unas cintas de tela de tantos colores como mantos tiene la Virgen, cuya longitud es la medida exacta de la sagrada imagen y realizan la misma función de recordar la protección de Nuestra Señora sobre sus hijos en todo momento.

Las banderas

Se conservan en El Pilar de Zaragoza una serie de banderas ofrecidas a la Santísima Virgen en distintas épocas de nuestra historia contemporánea. Especial mención requiere el grupo de 19 banderas entregadas por los países iberoamericanos, que llegaron a Zaragoza tras ser bendecidas por el papa S. Pio X.

Fueron entregadas el 29 de noviembre de 1908 en una solemne ceremonia, cuyos discursos expresaron la gratitud de los pueblos de América por haber recibido de España la luz de la fe.

Muchos aspectos más se podrían señalar en torno a la “Pilarica”. He señalado algunos de los más destacados con el fin de aproximarnos a esta advocación tan popular que es un signo de identidad para nuestra Patria y que nos hace profundizar en la espiritualidad del pueblo español.

Fuentes

BUESA CONDE, Domingo J. et LOZANO LÓPEZ, Juan Carlos. El Pilar es Columna. Historia de una devoción. Gobierno de AragónAyuntamiento de Zaragoza, 1995.

DÍEZ QUINTANILLA, José Manuel. Las apariciones de la Virgen María: Doctrina e Historia. Libroslibres, Madrid, 2020.

PARDO, Andrés (Dir). El libro del culto a la Virgen. Alfredo Ortells, Valencia, 1998.

PASAMAR LAZARO, José Enrique et BLANCO LALINDE, Leonardo. Las banderas del Pilar, en Emblemata nº11, 2005, pp.429-434.

https://benditayalabada.blogspot.com