Las peregrinaciones: historia y espiritualidad

D. Pablo Ormazabal Albistur, Pbro.

Peregrinación Nuestra Señora de la Cristiandad (España), 2021

Las peregrinaciones: historia y espiritualidad

Nos encaminamos por segundo año consecutivo, en el espíritu de la Cristiandad, hacia Covadonga. Bajo el amparo de la Santísima Virgen María que guía nuestros pasos, peregrinamos movidos por la Providencia, que “todo lo gobierna y conserva” (Concilio Vaticano I). En este artículo ponemos nuestra mirada sobre la historia y espiritualidad que contienen las peregrinaciones, de modo que podamos disponernos para alcanzar las gracias que se nos prometen a través de ella.

  1. Un breve recorrido sobre la historia de las peregrinaciones

Si bien el peregrinar forma parte del hecho religioso como elemento fundamental de toda vivencia religiosa humana, la peregrinación forma parte de la misma revelación cristiana con características propias y plenas.

Dios, al revelarse a Abraham se le muestra no como el Dios propio de un lugar sino como un Dios personal, que ha creado el cielo y la tierra y que le trasciende.

Si Israel peregrina a un lugar como Jerusalén es porque es allí donde Dios ha decidido que se le rinda un culto verdadero. Al mismo tiempo, “el cielo proclama la gloria de Dios (…) a toda la tierra alcanza su pregón” (Salmo 18). El hombre ha sido creado para Dios y a Él se debe encaminar.

Desde el inicio del cristianismo, algunos lugares fueron adquiriendo un sentido devocional. Unido al culto a los mártires y a los lugares en los que vivió nuestro Señor, singularmente Jerusalén.

En primer lugar, conservamos el precioso testimonio de la peregrinación a los Santos Lugares narrado por la virgen hispana Egeria que lleva por título Itinerarium ad Loca Sancta (Itinerario a los lugares santos). Narra su peregrinación desde el año 381 al 384.

La veneración de las tumbas De los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, así como los lugares del martirio en la ciudad de Roma, han vertebrado la historia de las peregrinaciones en la cristiandad, por el vínculo de la fe apostólica, las gracias de las indulgencias y la referencia al culto de los mártires como modelo de vida cristiana.

Dieron lugar a varias vías o camino de peregrinación desde el norte de Europa e Inglaterra hacia Roma, las llamadas “vías romeas”. Su valor fue y sigue siendo tan grande que de ella toma en español la popularización del término romería como sinónimo de peregrinación.

Otro hito histórico de las peregrinaciones nace del hallazgo del Sepulcro del Apóstol Santiago el Mayor en Compostela, en torno a los años 820-835.

Lo que hoy es conocido como el Camino de Santiago no es otra cosa sino el fruto de la peregrinación a las reliquias del apóstol. La peregrinación a Santiago de Compostela vertebró la cristiandad medieval, cuyo camino fue y es recorrido por miles de peregrinos con sentido penitencial, impetratorio y devocional.

Testimonio de la relevancia de la peregrinación es el Liber Sancti Iacobii y Codex Calixtinus (en torno al 1140).

El sentido penitencial de las peregrinaciones se vio resaltado con las gracias de los años santos jubilares. Las gracias de indulgencia ponían de relieve la necesidad de la conversión, el cielo como meta definitiva de todo cristiano y la intercesión por los difuntos.

Los años santos jubilares compostelanos nacen el año 1126 y se celebran cada vez que la fiesta del Apóstol Santiago cae en Domingo. Este jubileo nace bajo el pontificado de Calixto II, quien siendo obispo de Vienne (Francia) peregrinó a Santiago de Compostela. En Roma, desde el año 1300, comenzaron los grandes jubileos de la cristiandad. Primero con una periodicidad de 33 años (la edad de nuestro Señor) y después cada 50 y 25 años.  

  1. La espiritualidad de las peregrinaciones

Este hecho jubilar nos indica por tanto uno de los ejes de la espiritualidad de las peregrinaciones: la penitencia para la conversión de vida. El Hijo de Dios comienza su vida pública llamando a la conversión: “Cumplido es el tiempo, y el reino de Dios está cercano; arrepentíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1,15). Los mismos apóstoles, por mandato del Señor, están llamados a predicar la penitencia para la remisión de los pecados a todas las naciones (cfr. Lc 24,47). Pues la penitencia y la conversión son necesarias para hacer crecer la vida sobrenatural.

Esta llamada a la conversión pone un segundo aspecto de la peregrinación que es recordar al penitente su condición en esta vida de ser un viator, un caminante hacia el cielo.

La meta de todo cristiano y de la Creación entera es la plenitud de la vida en Dios, por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Hasta que todo sea sometido a Dios por medio de su único Hijo Jesucristo (cfr. 15, 28) caminamos en esta vida como peregrinos hacia nuestra patria definitiva.

Cada lugar de peregrinación es un recordatorio de nuestra condición mortal y nuestra llamada a la inmortalidad, a “buscar los bienes de allá arriba” (Colosenses 3,1).

Peregrinar nos ayuda a relativizar y ordenar tanto los bienes de este mundo, como a sobrellevar con alegría los malos en los que está nuestra vida sometida. Peregrinar nos enseña a combatir por la verdad, la justicia y la verdadera Paz. Peregrinar nos hace humildes, nos introduce en un camino de sencillez, de desprendimiento evangélico y de auténtica búsqueda de Dios. Peregrinar, en definitiva, nos da la oportunidad de buscar y conformar nuestra vida con Cristo, atendiendo a “las cosas de arriba, no las de la tierra, pues estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también os manifestaréis gloriosos con Él” (Colosenses 3,2-4).

Por último, la peregrinación pone delante de nuestros ojos la realidad viva y profunda que profesamos en el Credo apostólico: “credo… Sanctorum communionem” , “creo… en la comunión de los Santos”.

Peregrinar a los Santos lugares, a un santuario mariano, a un lugar apostólico o devocional en torno a un santo o a un hecho milagroso, nos ayuda a comprender que el camino de penitencia y conversión hacia el cielo que es nuestra vida es una obra de la gracia, y que estamos asistidos para ello por el cielo y rodeados y bajo la intercesión de “tal nube de testigos que nos envuelve” (Epístola a los Hebreos 12, 1).

Esta dimensión de la comunión de los santos nos recuerda no sólo que nos necesitamos unos a otros para vivir la vida cristiana sino que con la gracia que nos viene del cielo y la intercesión de Nuestra Señora y los santos podemos combatir el buen combate de la fe: “arrojemos todo peso del pecado que nos asedia, y por la paciencia corramos el combate que se nos ofrece” (Íbid.)

  1. La peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad

¿Qué singularidad tiene nuestra peregrinación anual a Covadonga? En la estela de la peregrinación desde Paris a Chartres en Francia y de Nuestra Señora de Luján en Argentina, y bajo la advocación de Nuestra Señora de la Cristiandad, queremos peregrinar en nuestra bendita tierra de María al Santuario de Covadonga, lugar emblemático para la restauración de la fe en nuestra milenaria nación. Con la luz de la liturgia tradicional, cuyo centro es la Santa Misa, tesoro de incalculable valor de la Iglesia Católica, nuestro deseo es procurar vivir y trabajar  para que todas las cosas sean restauradas en Cristo.

Como nos recuerda la página web de nuestra organización, caminamos durante tres días en torno a la fiesta del Apóstol Santiago el 25 de Julio, patrón de España.

El objetivo de la peregrinación es la santificación del alma a través de las gracias pedidas a Nuestro Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, ofreciéndole oraciones, sacrificios y mortificaciones durante tres días. En estos días de peregrinación encomendamos especialmente a nuestra Patria y al Santo Padre.

En nuestra peregrinación se busca contribuir a la restauración del espíritu de la Cristiandad —según las posibilidades y siempre con el auxilio divino—, que ha dado a la Iglesia y al mundo tantos santos, héroes y defensores de la Fe. Nos referimos al orden social cristiano, el cual no es posible sino comprometiéndonos en la restauración de todo en Cristo, comenzando por quienes peregrinamos, nuestras familias, y los diversos ámbitos de la sociedad en que nos movemos.

Para tan osada empresa, depositamos nuestra confianza en el Santo Sacrificio de la Misa, fundamento de la vida cristiana. Por ello, una parte importante de nuestro apostolado es favorecer y estimular la devoción a la Santa Misa. Durante la peregrinación se busca resaltar y recordar los cuatro fines de la Misa: la adoración, para honrar a Dios de la forma más conveniente; la acción de gracias, para agradecer a Dios por sus inmensos dones; la propiciación, por nuestros pecados y por las almas del purgatorio; la súplica, por nuestras necesidades particulares y por las del mundo.

La Misa es el mismo Sacrificio de Cristo en la Cruz, ofrecido por el Hijo de Dios al Padre Eterno, para obtener las gracias necesarias para la Salvación. La Iglesia ha enseñado siempre que la Santa Liturgia es una de las vías por las que el Buen Dios nos comunica su Gracia, o sea, la misma Vida Trinitaria; nos enseña también las verdades de la Revelación de una manera particularmente admirable (lex orandi, lex credendi), pues está inspirada en palabras y actos de Nuestro Salvador. Teniendo esto en cuenta, NSC-E quiere dar a conocer y amar la Misa celebrada según el Misal codificado por San Pio V, según la edición de 1962. Queremos mostrar, entonces, la necesidad de restaurar el orden social cristiano a través de las gracias recibidas en la Santa Misa.

Que Nuestra Señora de la Cristiandad interceda por la peregrinación este año, por quienes participamos y por quienes no pueden venir y, singularmente, por aquellos que en su enfermedad y sacrificio oculto se ofrecen por los fines y los frutos de la misma.

Laus Deo!

PUBLICADO EN EL BOLETÍN «COVADONGA» Nº10 – JULIO 2022