La formación del Ordo Missae del Misal de San Pío V

D. Gabriel S. Díaz-Patri, Pbro.

Nadie puede negar el hecho de que, a través de los siglos, el rito de la Misa ha tenido un desarrollo y que diversas modificaciones han sido introducidas en él por parte de la autoridad de la Iglesia. Sin embargo, la idea ampliamente difundida en los últimos años por cierta literatura de divulgación según la cual estas modificaciones serían una “adaptación” a las necesidades de cada época que la Iglesia habría hecho regularmente, parece privada de fundamento.

Omitiendo las etapas más antiguas en las que no se contaba con un “misal” propiamente dicho (antiguamente los textos necesarios se hallaban en libros separados para uso del celebrante, los ministros, el coro, etc.) podemos decir que el esquema de la Misa del “Misal de la Curia”, ya se había constituido plenamente en el siglo trece y que las diferencias que el Misal promulgado por San Pio V en 1570 presenta con respecto a éste y la tradición manuscrita que conservamos, son menores.

Pero si no son muchas las novedades del Ordo Missae de 1570 con respecto a la primera edición impresa de 1474, son aún menos si lo comparamos con las muchas ediciones que vieron la luz durante el siglo que separa ambas ediciones[1]. Desde este punto de vista, deberíamos decir que lo que es propio del Ordo Missae tridentino, es decir, lo que no se encuentra en al menos alguna de las ediciones anteriores y que no ha sido modificado después, es en realidad muy poco.

He aquí los principales ejemplos tomados a partir del examen de unos trescientos misales publicados durante el siglo que siguió a la primera edición impresa en 1474:

A) En primer lugar, enumeramos aquellos elementos del Misal de S. Pío V que, teniendo antecedentes en al menos alguno de los misales anteriores, fueron confirmados en 1570 y permanecieron sin cambios hasta nosotros:

1º En los misales anteriores al de 1570 no se mencionan en general, las palabras: “In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti” acompañadas por la señal de cruz al principio de la misa. Esto no significa sin embargo que no se usara en absoluto esta fórmula al comienzo de la Misa, pues hay algunos testimonios de este uso. Hay que recordar que en esta época la costumbre existía antes que las rúbricas que aparecían en el misal y estas, más que “indicar” al sacerdote lo que debía hacer, le recordaban lo que ya sabía, aprendido por la transmisión y la práctica. No era entonces únicamente lo escrito lo que de hecho se hacía, por lo que la falta de mención no significa necesariamente que el uso no existiera; podría ser también que no había parecido necesario explicitarlo.

Algo parecido sucede con el Confiteor: la mayor parte de los misales de la primera parte del Siglo XVI simplemente dicen: “Facit confessionem” (Hace la confesión), casi siempre sin dar el texto de ésta, que suponen conocido por todos; pero, otras veces, propone textos que presentan algunas variantes en relación al que fijará San Pío V. Sin embargo, otras ediciones traen exactamente el mismo texto que quedará establecido por el Misal de 1570 y que es la versión que ha llegado hasta nosotros.

2º Se elimina la Gloria en excelsis con “tropos” (es decir con interpolaciones). Los tropos habitualmente añadidos al Gloria in excelsis eran los siguientes: “Quoniam tu solus sanctus. Mariam preservasti. Tu solus dominus. Mariam fabricasti. Tu solus altissimus, Mariam sublimasti, Jesu Christe, cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen” “Porque sólo tu eres santo, que preservaste a María, Tu sólo el Señor, que hiciste a María, Tu sólo el altísimo que a María elevaste”. Estos se encontraban en varios ritos locales y de órdenes religiosas, para las Misas de la Virgen y también aparecían, no siempre pero sí frecuentemente, en los misales romanos. La rúbrica de 1570 dirá, con evidente intención de excluir en adelante esta versión tropada: “Sic dicitur Gloria in excelsis, etiam in missis Beate Mariae” (Así se dice el Gloria in excelsis también en las Misas de Santa María). Esta exclusión, sin embargo, fue sólo para el Misal Romano. Otros ritos latinos que los tenían los han conservado.

3º En las Misas de los difuntos se omite la bendición del agua al ofertorio, omisión que no se encuentra mencionada en los misales anteriores, si bien la bendición ya estaba omitida, en esa misma circunstancia, en el Ordo Missae de Burcardo de fines del siglo XV.

4º En los misales romanos anteriores al de 1570 se encuentran con mucha frecuencia otros prefacios además de los diez fijados en la Edad media. Estos eran: el de san Juan Bautista, de san Agustín, de san Jerónimo, de san Roque y de san Francisco. Algunos misales traen los cinco, otros sólo algunos de ellos, pero es claro que no fueron considerados parte del Misal Romano sino solamente un suplemento devocional[2]. En la edición de 1570 desaparecen todos estos quedando únicamente los diez tradicionales.

5º En las oraciones durante la purificación después de la comunión se restaura la forma “hoc sacrosanctum corpus” que se encontraba en los misales manuscritos medievales y aún en algunos de los posteriores, pero que había sido reemplazada la mayoría de las veces por “sacrum corpus” o a veces por “sanctum corpus” en los misales impresos.

6º En cuanto a la bendición final, la fórmula que aparecía habitualmente en los misales anteriores: “In unitate Sancti Spiritus benedicat vos Pater et Filius” es reemplazada en 1570 por la actual: “Benedicat vos… etc.” que ya se encuentra en algún misal anterior. En la edición de San Pio V la bendición es triple, como veremos más abajo. También desaparece en 1570 la fórmula de la bendición rimada que en muchos misales aparecía como propia de la Misa de los difuntos: “Deus vita vivorum et resurrectio mortuorum benedicat vos in saecula saeculorum”. En adelante, en esta Misa se omitirá completamente la bendición del pueblo.

7º La lectura del Prólogo del Evangelio según San Juan, si bien queda fijada en 1570, tampoco es propia de este Misal, pues ya aparecía en algunas ediciones previas del misal de la curia y el uso estaba, en la práctica, extendido.

Un elemento que con frecuencia suele enumerarse entre los que habrían desaparecido del “Misal de San Pío V” es la mención del rey en el Canon. Sin embargo, esta mención, si bien era muy frecuente en los otros usos locales, nunca aparece en el uso Romano, por lo que San Pio V no modificó nada en este caso.

B) Elementos fijados en el Misal de 1570, también con antecedentes en los anteriores, pero que no han llegado hasta nosotros:

1º En el Misal de San Pio V, las palabras que siguen a la consagración del cáliz “Haec quotiescumque feceritis, in mei memoriam facietis” no son dichas en el momento de hacer la genuflexión de adoración, como estaba indicado en algunos casos y como ocurrirá nuevamente a partir del Misal de Clemente VIII (1604), sino mientras eleva el cáliz para la adoración de los fieles, que parece haber sido el uso más difundido en el siglo XVI como atestigua la mayoría de los misales impresos en esa época.

2º Para la bendición final se prevé, al recitar la fórmula arriba mencionada, una triple bendición distribuida entre las palabras finales: “Pa+ter et Fi+lius et Spiritus+Sanctus” bendiciendo, al lado izquierdo, en el centro y a la derecha. Así aparece también en algunos misales anteriores y también es descrita por Burcardo a fines del siglo XV. Esto se aplicaba solamente cuando el pueblo estaba distribuido de aquel modo. Pero si sólo había gente en el centro de la Iglesia, se hacía una sola bendición (que era, por otra parte, la forma usada cuando la Misa se celebraba sin asistencia de fieles)[3].

C) Elementos propios del Misal de san Pío V sin antecedentes constatados en los misales anteriores:

Estos son los más importantes para el tema que nos ocupa, porque son los que especificarían al Misal de San Pío V en relación tanto a las versiones anteriores como a las posteriores.

La mayor parte de las novedades introducidas en el Ordo Missae del Misal de 1570 han permanecido hasta el siglo XX:

1º La omisión del Salmo 42 en las Misas de los difuntos y el tiempo de Pasión (en los misales de años anteriores no hemos encontrado referencias a esta omisión, pero bien puede haber sido un uso practicado y no consignado que el Misal de 1570 se limitó a explicitar y fijar).

2º La lectura del Introito en la Misa Solemne está prescrita sólo para el sacerdote, como también ocurre actualmente. En los misales anteriores a 1570, en cambio, el Introito era recitado también por los ministros (diácono y subdiácono) junto con el celebrante.

3º Al principio del Gloria y del Credo, se da la indicación de elevar las manos haciendo un círculo. Burcardo habla solamente de separarlas y unirlas. Las rúbricas de los misales anteriores no dicen nada.

4º En el Gloria añade la inclinación de la cabeza al “adoramus Te” que no hallamos mencionada anteriormente.

5º Indica que la introducción a la Oración del Señor “Praeceptis salutaribus moniti” sea dicha con las manos juntas y la cabeza inclinada. Los misales anteriores no dicen nada de la posición a tener en este momento, aunque Burcardo da una descripción diferente de la que será luego establecida. No se puede excluir, sin embargo, que la manera fijada por San Pio V haya sido también usada y que no haya quedado consignada en las rúbricas, lo que, por otra parte, puede también decirse de los puntos anteriores.

6º Altera la redacción de la oración dicha en el momento de la inmixtión (es decir, cuando el sacerdote pone una partícula de la Hostia en el cáliz) que, según la tradición del Misal Romano, era: “Fiat commixtio et consecratio corporis et sanguinis Domini nostri Iesu Christi accipientibus nobis in vitam aeternam. Amen” (Hágase la conmixtión y consagración del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, para aquellos que la recibimos, hacia la vida eterna), cambiando la redacción por la que aún actualmente se usa: “Haec commixtio et consecratio Domini nostri Iesu Christi fiat accipientibus nobis, in vitam aeternam. Amen” (Que esta conmixtión y consagración del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo sea hecha para aquellos que la recibimos hacia la vida eterna). Al comenzar a preparar -durante el concilio tridentino- la edición del misal, se habían manifestado reparos teológicos a propósito de la antigua fórmula, sobre todo porque el verbo “fiat”, al estar al comienzo de la frase, adquiere un cierto énfasis y puede atraer demasiado la atención del que la lee, condicionando un poco el resto: el verbo puede sonar imperativo y “conmixtio” podría interpretarse entonces únicamente como la acción de unir las dos especies entendiéndose la expresión como: “realícese la unión del cuerpo y la sangre” por lo que el Cuerpo y la Sangre de Cristo no se unirían sino en este momento y, por lo tanto, Cristo no estaría completo bajo cada una de las dos especies, concepción que fue condenada por el Concilio de Trento (Sesión XXI, Canon III). Esta doctrina era justamente el fundamento por el cual los protestantes exigían recibir la comunión bajo las dos especies. En ese contexto, además, se podía entender que la frase sugería que la realización de esa unión era la condición para alcanzar la vida eterna. Está de más decir que, desde el punto de vista gramatical, es perfectamente posible una lectura correcta del texto tradicional. Pareciera entonces que la comisión que preparó el Misal de 1570 trató de conservar lo más posible la fórmula romana, pero decidió remover el verbo de su conflictivo lugar al inicio de la frase. El nuevo comienzo con “haec” no parecería, por otra parte, tan novedoso, ya que era habitual en los ritos latinos “no-romanos”, es decir, en los demás misales del occidente latino tanto diocesanos como de las órdenes religiosas. Al colocar el verbo después del sujeto de la frase se disipa todo malentendido y así la oración no podrá entenderse de ningún modo como “hágase la unión…”, sino simplemente: “que el Cuerpo y la Sangre aquí unidos y consagrados sean (provechosos)… para la vida eterna”, es decir, se estaría pidiendo por el fruto de la comunión. Como esta forma no se encuentra atestiguada en ninguno de los sacramentarios y misales anteriores a 1570, se podría suponer que es fruto del trabajo de la comisión de San Pio V[4]. De ser así, nos hallaríamos ante la única modificación “antireformista” que se introdujo en el Ordo Missae del Misal Tridentino. 

7º Algo semejante sucede con la oración de la paz cuyo orden era habitualmente: “Domine Iesu Christe, qui dixisti apostolis tuis: pacem meam do vobis, pacem relinquo vobis” en lugar del orden invertido que aparece a partir del Misal de 1570: “pacem relinquo vobis, pacem meam do vobis”. Este nuevo orden de las palabras pareciera ser también fruto de una decisión de la comisión, pues tampoco se encuentra atestiguado en ninguna de las ediciones impresas del Missale Romanum de antes de 1570 ni en los antiguos sacramentarios. El motivo de este cambio del orden de las palabras es más difícil de hallar que en el caso anterior (nº 6) en el que es fácil atribuir la modificación del texto a una preocupación por evitar imprecisiones doctrinales.

Sobre los otros seis cambios, dado que se trata de rúbricas (que no necesariamente agotan las acciones que de hecho se realizaban), es difícil decir con certeza si fueron una “innovación” de los miembros de la comisión, pues, como ya notamos, podría ocurrir que se practicaran anteriormente pero que no haya quedado constancia de ello. De hecho, no hay testimonios del uso contrario.

Hay solamente un elemento en el Ordo Missae de San Pio V que, sin que hayamos encontrado un precedente en los misales anteriores, está claramente indicado en el de 1570 para desaparecer nuevamente pocos años más tarde: se trata de la rúbrica que acompaña a la incensación del inicio de la Misa Solemne. En el Misal de San Pio V indica que el celebrante debe recitar el salmo “Dirigatur Domino oratio mea” que antes solamente se hallaba prescrito para la segunda incensación (es decir, la del ofertorio). Este uso duplicado será omitido nuevamente treinta y cuatro años más tarde en el Misal de Clemente VIII de 1604, y así ha permanecido en adelante.

Hay, por fin, algunos otros elementos que, a pesar del esfuerzo de unificación, no se encuentran exactamente del mismo modo en cada una de las distintas ediciones del “Misal de San Pío V”. Durante las tres primeras décadas, en efecto, no podemos hablar del “Misal de San Pío V” de una forma unívoca como si se hubiese producido una unificación hasta en el mínimo de sus detalles. Aun en las diferentes tiradas impresas en el mismo año 1570 que se conservan, encontramos algunas pequeñas variantes, especialmente en los textos de algunas oraciones, según los ejemplares hayan sido impresos en Venecia o en Roma. Estas variaciones se repetirán en los misales impresos en los años subsiguientes.

En lo que hace al Ordo Missae, notamos las siguientes fluctuaciones:

1º En los misales impresos en el mismo 1570 se encuentra en el “embolismo” después del Pater Noster la forma “et intercedente beata et gloriosa semper Virgine Dei genitrice Maria, et sanctis apostolis tuis Petro et Paulo” que no se encuentra antes. En los numerosos misales impresos entre el de 1570 y el de 1604, “sanctis” se alterna con el tradicional “beatis” que finalmente es el que quedará fijado por Clemente VIII y llegará hasta nosotros.

2º También en el embolismo, algunos ejemplares del Misal impreso entre 1570 y 1604 dicen “et fac me tuis inhaerere mandatis” omitiendo el “semper” que aparecía en las ediciones anteriores y que será luego confirmado por Clemente VIII. Es posible, sin embargo, que esto se deba a una mera errata de imprenta.

3º También en la oración siguiente algunos ejemplares del Misal impresos entre el 1570 y el 1604 traen: “Perceptio corporis et sanguinis tui, Domini Iesu Christe” que no se encontrará nunca, ni antes ni después de este período.

Estos tres elementos no se encuentran de modo uniforme en todas las ediciones del Misal Romano impresas entre 1570 y 1604. No se puede decir, por lo tanto, que sean “propios del Misal de San Pío V”.

Vemos entonces que, en lo que respecta al Ordo Missae, son realmente pocos, en número y en relevancia, los elementos del Misal de 1570 que no podamos encontrar testimoniados en al menos alguno de los misales impresos anteriormente.

El principio que ha guiado la elección del texto litúrgico promulgado por el papa Pío V no ha sido el de “expresar las doctrinas” que el Concilio de Trento había recientemente defendido o definido, y menos aún una “adaptación” de orden “pastoral” modificando el rito para que se acomodara mejor a las “necesidades espirituales y psicológicas” de los hombres de su tiempo. Se comprende, entonces, que el Cardenal Ratzinger haya hablado de «la idea absurda de que el Concilio de Trento y San Pio V habrían compuesto ellos mismos un misal hace cuatrocientos años»[5]. La obra promovida por el Concilio de Trento y promulgada por San Pio V no ha sido sino el intento de reestablecer los textos litúrgicos y los ritos de la más pura tradición, principalmente decidiendo entre algunas de las variantes ritua les o textuales que se encontraban aquí y allá en las diversas ediciones en uso en aquel tiempo. Algo así como lo que hoy llamaríamos una “edición crítica”.

[1] El catálogo de misales impresos en ese período da cuenta de 719 ediciones. Las variantes de estos misales del siglo XVI dependían fundamentalmente de la decisión del Editor.

[2] Así, en algunos misales de la época se distingue claramente entre los diez de la tradición romana y estos últimos añadidos como consecuencia de un privilegio.

[3] Hay una cierta contradicción en el Misal de San Pío V a este respecto. Estas indicaciones están dadas en las rúbricas del Ordo Missae en el lugar correspondiente. Sin embargo, en el “Ritus servandus” impreso al inicio del Misal de 1570 se menciona una sola cruz.

[4] A la hora de establecer el texto definitivo del Misal de 1570, los miembros de la comisión piana no habrían querido reemplazarla sin más por la fórmula “no-romana” (quizás por respeto a la antigüedad del texto romano), ni tampoco han creado una fórmula completamente nueva. Se habrían contentado con un compromiso que, conservando todos los términos de la frase, evitara toda ambigüedad doctrinal, pero tocando lo menos posible la fórmula transmitida por la tradición romana.

 

[5] Joseph Ratzinger, L’Eucharistie – Pain nouveau pour un monde rompu, Fayard, 1981, p. 167.